“Perdemos a un ser humano extraordinario en su sencillez y compromiso con los derechos humanos y los más pobres como el padre José Aldunate. Que su ejemplo nos acompañe siempre”, escribió en Twitter Isabel Allende, actual senadora, hija del ex oresidente Salvador Allende, al conocer la muerte del jesuita de 102 años.
“La ciencia moral, a lo que me he dedicado, a uno lo dispone a aceptar los cambios, a prevenirlos, a suponerlos. Me ha preparado para un mundo de cambios”, dijo en 2014 al diario “La Tercera”. Tal vez por eso, ya a fines de los años 60, participaba en experiencias de trabajo como obrero y de vida entre los más pobres, lo que marcó y continuó durante varias décadas con un compromiso hasta su muerte, hace tres días.
Justicia y opción por los pobres
José Aldunate Lyon había nacido en una familia aristocrática de Santiago en junio de 1917, educado por institutrices hasta que su familia se trasladó a Londres donde ingresó al colegio a los 13 años. “Tuve cierto éxito en rugby y tuve éxito en el estudio. Fueron años muy decisivos en mi vida. Podemos decir que me forjé allá mi carácter, mi manera de ser”, escribió. A los 16 ingresó a la Compañía de Jesús y en 1946 es ordenado sacerdote. Estudia teología moral en la Universidad Gregoriana y en Lovaina, obteniendo el doctorado.
Al regresar a Chile le encargan ayudar al padre Alberto Hurtado en la Acción Sindical Chilena, algo que le interesaba mucho por la posibilidad de relacionar Moral y Economía, tema de su tesis doctoral. La herencia que le deja el padre Hurtado la resume en: la importancia de la justicia y la opción por los pobres.
“El llamado era a comprometerme solidariamente con la situación del pobre y explotado. Era un llamado a una conversión existencial. Y a ese llamado dije sí”, escribió en sus memorias.
Paralelamente fue profesor de Moral en la Universidad Católica de Chile hasta 1983 cuando jubila por edad. En la Compañía es Maestro de Novicios en 1952, luego director de la revista Mensaje (fundada por Alberto Hurtado) y superior provincial.
Cura obrero
“Si yo estaba hablando de justicia en mi cátedra como profesor de moral, me daba la impresión de que no estaba responsabilizándome de lo que es en verdad la justicia” confesó en la revista jesuita. Entonces, durante 10 años vive intensamente como obrero y poblador en un sector marginal pobre de Santiago, donde experimenta un cambio radical en su sacerdocio. Adhiere a la Teología de la Liberación por reconocer en ella la aplicación del Concilio Vaticano II a Latinoamérica y Chile.
Durante la dictadura, Aldunate defiende a las personas amenazadas y junto a otros sacerdotes ayudan a que 23 personas se asilen en la Nunciatura, pasando por sobre sus murallas, dada la oposición del Nuncio, forzando así que el Nuncio colabore a sacarlas del país.
Al recibir el testimonio y conocer directamente a torturados por los servicios policiales, junto a otros, en 1983 funda el Movimiento Sebastián Acevedo que realiza 180 actos callejeros, en 7 años, para indicar los edificios donde se practica la tortura. Entre 50 y 80 personas se instalaban frente a esos lugares con un lienzo que decía “Aquí se tortura”, mientras cantaban “Yo te nombro libertad”. Habitualmente terminaban siendo detenidos por Carabineros.
También apoya cercanamente a la Agrupación de Familiares de Detenidos desaparecidos, muchas de cuyas integrantes no son católicas. Con ellas, realiza actos litúrgicos cuando aparecen cuerpos de sus parientes y las acompaña ayunando en las huelgas de hambre.
Morir como pobre
El 20 de junio del año 2016, la entonces Presidenta Michelle Bachelet lo condecoró con el Premio Nacional de Derechos Humanos. Un mes más tarde fue reconocido como Hijo Ilustre de la ciudad de Santiag, por la entonces alcaldesa Carolina Tohá.
Además, en 1988 había recibido el Premio Nobel Alternativo de la Paz, otorgado por la Comunidad Económica Europea, y en los 90 los Premios Leonidas Proaño y el de Amnistía Internacional.
“Quisiera morir como pobre, así como he tratado de vivir sin lograrlo de veras. No en una clínica sino donde le pueda tocar a un pobre: en la calle, en un hospital público en el Hogar de Cristo o simplemente “en casa”, sin mayores gastos, donde mueren tantos pobres”, escribió en sus memorias.
Murió en la residencia para ancianos de la Compañía de Jesús, su casa. Velado en el primer templo ignaciano de Santiago, luego fue trasladado al Museo de la Memoria que registra muchísimos episodios protagonizados por José Aldunate, durante su vida. Desde allí, en peregrinación, fue llevado de vuelta al templo de san Ignacio para su misa de funeral.