México

La Iglesia en México ante la muerte de Miguel León-Portilla: supo integrar el diálogo entre fe y ciencia

  • La Conferencia del Episcopado Mexicano destacó los aportes del intelectual católico a la cultura del encuentro
  • “Su vida es ejemplo a seguir para todos los intelectuales, académicos, maestros, y todos los fieles clérigos, religiosos y laicos, así como por hombres y mujeres de buena voluntad”





Luego de que el 1 de octubre se dio a conocer la muerte del doctor Miguel León-Portilla, uno de los principales promotores de la lengua y la cultura náhuatl, la Iglesia en México se sumó a la pena de sus familiares, alumnos, colegas y amigos, a causa de su partida.

La Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de un comunicado, lo definió como un gran intelectual católico, cuyos estudios y obras interdisciplinares, han ayudado a comprender la cultura del México precolombino.

El texto, firmado por el presidente de la CEM, el arzobispo Rogelio Cabrera López, recordó que don Miguel León-Portilla fue discípulo del sacerdote, misionero y canónigo de la Basílica de Guadalupe, don Ángel María Garibay, quien le dirigió su tesis doctoral y lo introdujo al conocimiento de la cultura náhuatl.

Reconocemos en él, a un promotor de la cultura del encuentro –a la cual llama el Evangelio y ha convocado el papa Francisco– capaz de construir puentes y hacer dialogar a distintos mundos, el mundo precolombino con el mundo actual; la filosofía, las lenguas y la historia; el mundo indígena con el México mestizo, entre otros. Con el fin de desvelar la verdad y el sentido de los acontecimientos históricos”, señaló.

Fe y ciencia

El 26 de septiembre de 2014, la Universidad Pontificia de México (UPM), con el beneplácito de la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede, le otorgó el Doctorado Honoris Causa, en reconocimiento a uno de los mejores estudios del Nican Mopohua, documento indígena fundacional del Acontecimiento Guadalupano.

La distinción, por parte de la UPM, tuvo como finalidad reconocer también su labor como investigador, docente y filósofo, así como su gran trayectoria en la promoción de la cultura y la literatura náhuatl.

“Apreciamos a un ser humano generoso y cálido, que integró constantemente el diálogo entre la fe y la ciencia. Su vida es ejemplo a seguir para todos los intelectuales, académicos, maestros, y todos los fieles clérigos, religiosos y laicos católicos, así como por hombres y mujeres de buena voluntad”, dijo el presidente de la CEM.

“Además –continuó– supo mostrar al mundo la grandeza de la identidad mexicana, en su conformación y vivencia actual. Muchas son las instituciones y centros de formación que fecundó e impulsó. Sus más de cuarenta libros, y cientos de escritos académicos, quedarán en las bibliotecas de México, y muchas otras partes del mundo, para ayudar a comprender nuestro pasado, presente y futuro”.

Tras agradecer y reconocer su brillante carrera académica, como docente e incansable investigador, que desarrolló en la Universidad Nacional Autónoma de México, la Iglesia en el país destacó su preocupación social por los pueblos indígenas, así como por la promoción de la educación, la vida universitaria y la investigación científica.

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