Innocent Shava es un Misionero de Mariannhill que desarrolla su vocación en Salamanca, atendiendo los pueblos de Carrascal del Obispo, Narros de Matalayegua, Berrocal de Huebra y Peralejos de Solís. Sus dos años de trabajo pastoral aquí le hacen “feliz”. Y es que, al fin, está pudiendo plasmar fuera de su casa lo que aprendió de otros misioneros que dejaron su país para hacerse uno con su pueblo.
Nacido en Bulawayo (Zimbabwe) en 1990, Innocent se crió en una familia impregnada por la fe cristiana, junto a sus padres y sus cuatro hermanos. “Crecimos todos –cuenta a Vida Nueva– yendo a la iglesia, a la parroquia del barrio, Nuestra Señora de Fátima. Siempre me fascinaba todo lo que pasaba en el templo, especialmente ver a otros niños a los que veía acolitando. Me gustaba estar cerca del altar”.
Pero el hechizo mayor era el que sentía ante el párroco, Antoon Janssen, un Misionero de Mariannhill llegado de Holanda: “Le veía en la iglesia y luego le volvía a ver en el barrio, rezando y celebrando misas en las casas. También ayudaba a la gente, especialmente los niños menos privilegiados, pagando la escuela para ellos. Junto a otros misioneros, estableció el sondeo para que la gente pudiera tener el agua con el que podía sembrar maíz o vegetales y, además de para su consumo, empezar pequeños negocios vendiendo sus productos”.
Impactado ante toda esta labor, “empecé a preguntar en casa sobre el cura y sus compañeros. Ahí entendí su misión y por qué habían dejado sus tierras para evangelizar otras tierras que todavía tenía poca evangelización o que nunca la habían tenido. Así empecé a acercarme poco a poco a los misioneros, siendo monaguillo. El padre Antoon me hizo conocer más las obras de la congregación y me introdujo también la acción de otras órdenes”.
“A estas alturas –continúa–, ya le había contado mi deseo de ser misionero, pero me había dicho que todavía era pequeño… Tenía 10 años. Sí entré en un grupo de vocaciones de la parroquia, junto a otros jóvenes con las mismas inquietudes. A los 15 años ya entró en la Congregación de los Misioneros de Mariannhill, guiando siempre el padre Antoon su discernimiento. En estos años, Innocent ha conocido a otros misioneros del IEME, “como el ya fallecido don Ricardo, que era el párroco de San Antonio, en Bulawayo. Él me enseñó algunas nociones de español antes de que viniera a España, después de mi noviciado, que hice en 2010 Sudáfrica. Conocí también al padre Juan José, Misionero de Mariannhill, que estuvo seis meses en la arquidiócesis haciendo una experiencia misionera. Todas estas personas me ayudaron, fortaleciendo mi vocación a la vida religiosa y al sacerdocio”.
Un caudal lleno de vida que le permite ser misionero aquí, en la llamada “España vaciada”.