Desde el año 2001, la Asociación de Laicos por la Madurez Afectiva y Sexual (ALMAS) ofrece herramientas, talleres y cursos que permiten a personas consagradas alcanzar una formación humana integral para generar un impacto positivo en sus comunidades.
En entrevista para Vida Nueva, Rosario Alfaro, directora general de ALMAS, se refiere a los cursos que cada año la asociación ofrece a sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas para alcanzar una madurez integral.
Rosario Alfaro explica que todos los adultos “necesitamos detenernos un momento y dejar de contarnos cuentos sobre nuestra propia historia, pues a veces nosotros nos decimos muchas cosas que no son totalmente verdad, porque la memoria no guarda los recuerdos como son, sino como los interpretamos en el momento; y la memoria tiende a completar lo que le falta con creencias y suposiciones”.
Por ello, del 11 al 15 de noviembre próximo, ALMAS ofrecerá el curso “Sanando mi memoria”, cuyo objetivo es que los participantes conozcan cómo funciona la memoria y, lo más importante, aprendan a resignificar los recuerdos dolorosos. Este curso, junto con otros cinco, constituyen una capacitación más amplia, de seis años, aproximadamente.
Si bien cada curso dura 30 horas; es decir, una semana, a los participantes se les da y se les enseña a utilizar un cuaderno de escritura terapéutica, con el cual trabajan durante todo un año. Al siguiente año, vuelven a tomar otro curso, y se repite la dinámica.
Los cursos están basados en el modelo educativo del “Ser y Pertenecer”, cuyo principio es que, cuando una persona logra su realización o su máximo potencial, encuentra el equilibrio entre ser y pertenecer.
Los primeros tres cursos –explica Rosario Alfaro– hablan sobre el ser, y los otros sobre el pertenecer. El primero de ellos lleva por nombre “Conociéndome”, y tiene dos objetivos: trabajar el auto concepto y sanar las heridas emocionales de la infancia; en el curso se profundiza en cinco heridas: abandono, rechazo, traición, humillación e injusticia.
“Creemos que toda herida emocional es la entrada para un conocimiento más profundo de nosotros mismos; puede ser difícil de superar, pero es la oportunidad de pasar de víctimas a personas con una mayor resiliencia”.
Para la directora de ALMAS, hoy más que nunca los sacerdotes y las religiosas deben trabajar con sus heridas de la infancia, aquellas que le fueron ocasionadas en su familia, y de esa manera mejorar su auto concepto para transformar su vocación, y darle sentido.
El curso 2, llamado “Sanando mi memoria”, tiene como objetivo principal sanar la relación con las imágenes internas de mamá y de papá; “nos hemos hecho imágenes de ellos que pueden ser diferentes a como son en realidad… durante el taller se trabaja la relación que tienen con papá y mamá, y después y se les dan las llaves para perdonarlos en caso de ser necesario”.
“El objetivo de sanar nuestra memoria –añade– es porque ésta no es otra cosa que una conciencia ordenada y a ésta le importan las vivencias, pero mucho más el significado que le demos a los sucesos; nuestras relaciones pudieron generar dolor emocional, pero la persona que logra tener una mirada adulta, se da cuenta que aquello fue lo mejor que pudieron haber hecho sus papás por ella”.
El curso tres se titula “Mi sexualidad para fluir, conectar y crear”; el cuatro “Mis relaciones, un espacio para crecer en el amor”; el cinco, “Mi conflicto, un espacio de desarrollo”, y el seis, “Mi biografía, un espacio de encuentro con Dios”.
Las heridas más graves que llegan a manifestar los participantes son aquéllas que tienen que ver con la falta de amor o de comprensión; con violencia física, maltrato y violencia sexual, y para sanar estas heridas –dijo– es necesario entender cómo se construyen los recuerdos y cómo se pueden deconstruir; “la mejor manera es observando el recuerdo con distancia emocional”.
Aseguró que la memoria del ser humano es su espacio más íntimo y secreto “porque ahí está basada la personalidad”, y es que, “de la forma en que acomodamos nuestros recuerdos será el resultado de cómo vamos a ser; la invitación es que se conviertan en alguien memorable; sanar la memoria implica también sanar lo que los otros recuerdan de mí. Debes preguntarte cómo quieres ser recordado cuando salgas de esta vida. La idea del curso es que te vuelvas memorable, que tus homilías transmitan un aprendizaje profundo, que tus palabras inspiren a las personas”.