“Nos encontramos en un momento cada vez más interconectado en el que nadie puede decir: ‘Esto no me concierne'”, ha dicho el Papa durante su audiencia, hoy, con las hermanas convocadas al Capítulo General de la Unión Romana de la Orden de Santa Úrsula, que se celebra bajo el lema ‘Comunidad global, vamos hacia una vida nueva’. Dos términos – comunidad y global – que, si bien “parece que no están destinados a estar juntos”, reflejan perfectamente “la realidad en la que vivimos”. Un mundo en el que “la protección de los derechos humanos, la conquista de la libertad de pensamiento y religión, la evangelización de los distantes y de los vecinos, la justicia social, la protección del medio ambiente y la búsqueda común del desarrollo sostenible” no son “problemas de otros”, sino propios.
“Por ejemplo, que se incendie el Amazonas no es solo un problema de esa región, es un problema global”, ha subrayado el Papa, del mismo modo que “el fenómeno migratorio no afecta solo a algunos Estados, sino a la comunidad internacional, y así sucesivamente”. Pero, a pesar de todo, el tema del Capítulo de las ursulinas trae consigo “una invitación esperanzadora”, la de ir “hacia una vida nueva”, que es posible lograr “abriendo las puertas a Cristo e imitándolo en la caridad, es decir, haciéndose vecino de cada hombre y mujer de cada idioma, pueblo y nación con un gran respeto por la diversidad del otro, tanto cultural como religioso”.
Ante este contexto internacional e intercultural en el que se encuentra no solo la sociedad, sino la propia congregación, el Papa ha invitado a las religiosas a no perder de vista “el vasto horizonte de la humanidad por el cual Jesús dio su vida”. En este sentido, las ha exhortado a llevar a cabo “una valiente elección misionera, capaz de transformar todo, de modo que las costumbres, estilos, horarios, idiomas y estructuras de gobierno y apostolado se conviertan canales adecuados para la evangelización del mundo de hoy”.
Educar en valores
“Más que nunca necesitamos evidencia consistente”, ha dicho el Papa, es decir, hombres y mujeres que, “a partir de su conversión personal, puedan ofrecer a la próxima escucha y comprensión junto con la alegría del Evangelio”. Por eso, el Papa ha animado a las religiosas a continuar “con entusiasmo” su actividad educativa, “especialmente en un momento en que los jóvenes están cargados de una enorme cantidad de información y desorientados por la velocidad con la que se transmiten”.
En consecuencia, los jóvenes necesitan “una propuesta educativa que enseñe a pensar críticamente, a discernir los pros y los contras de los medios que utilizamos y que sepa cómo indicarles un camino de maduración en valores”, algo que solo es posible “combinando la educación con la proclamación del Evangelio”.