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Misioneros extraordinarios en lo ordinario: Álvaro Ramos, ¡Honduras es mi misión!





Álvaro Ramos pasó de vivir en un ático en un lugar privilegiado de Madrid a residir en un piso de estudiantes en Tegucigalpa, la capital hondureña. Pese a su situación desahogada (apasionado por el golf y trabajador en un prestigioso bufete de abogados), no era ajeno al mundo en que vivimos. Le preocupaba la pobreza de tantos y quiso tocarla con las manos.

Tras hacerlo en su ciudad, Madrid, donde echó una mano en distintas iniciativas solidarias, su alfa y omega vital llegó en un viaje a Honduras como voluntario para vivir una experiencia concreta, de ida y vuelta. Allí conoció al misionero español Patricio Larrosa, sacerdote e impulsor de ACOES (Asociación Colaboración y Esfuerzo), desde la que atienden a unas 30.000 personas con necesidades de todo tipo, dando de comer a 6.000 de ellas.

Coherencia vital

Fue él quien realmente lo cambió todo para Álvaro, como explica a Vida Nueva: “Desde joven me cuestiona por qué existía la desigualdad en el mundo. Quería hacer algo para remediarlo, pero no encontraba a personas ni proyectos coherentes. El padre Patricio me impresionó por su testimonio para acabar con la pobreza y por cómo, lo que decía, lo hacía”.

La semilla de esta “coherencia tremenda” fue el click definitivo para Álvaro: “Hablar de los pobres, viviendo con los pobres, ayudando a los pobres, dejándose la vida con los pobres… En él descubrí que, detrás de esa coherencia de testimonio y de acción, estaba una fe muy sólida. La fe de que el Evangelio es la Verdad, y que esa Verdad se puede hacer realidad porque Dios está presente en este mundo y quiere que nosotros seamos los protagonistas de la Historia”. Una tarea para la que “nos da la fuerza, la compañía y la inteligencia para hacerlo”.

De las palabras a los hechos

Finalmente, él mismo pasó de las palabras a los hechos: “Este testimonio de vida fundamentada en la fe en el proyecto de Jesús me motivó para profundizar en ese mensaje y descubrir que el proyecto de Jesús es el mejor, que está en marcha, que Dios lo apoya… Pero Él necesita a más personas que lo hagan realidad. Así descubrí que Dios me llamaba para ser una de esas personas y que era la mejor oferta de mi vida”.

Y vaya si lo cumplió… Hoy, Álvaro Ramos, quien viajó por primera vez a Tegucigalpa como voluntario, se ha consagrado por completo a su gente. Como sacerdote. Como misionero.

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