Periodista, guionista y escritora. Ha trabajado en programas televisivos como ‘El hormiguero’ y radiofónicos como ‘No somos nadie’, ‘La Ventana’ o ‘Protagonistas’. Actualmente, presenta una sección en ‘Julia en la Onda’ (Onda Cero) y es columnista en ‘Infolibre’. Es autora de las novelas ‘Los besos no se gastan’ y ‘No pasa nada y si pasa, se le saluda’, y ahora nos presenta su libro más personal: ‘Los sabores perdidos’ (Ediciones B), con recetas de la chef Gabriela Tassile.
PREGUNTA.- A través de las recetas, los protagonistas irán desgranando los momentos que marcaron sus vidas. ¿Cocinar es una terapia?
RESPUESTA.- Estoy convencida de que sí. Aunque a todo el mundo no le tiene por qué gustar, las personas que disfrutamos haciéndolo comprobamos cómo exorcizamos la urgencia, porque la cocina requiere tiempo, mimo, concentración, paciencia…
P.- La comida está presente en buena parte de las novelas policíacas mediterráneas, pero pocas veces aparece en una novela al uso. ¿Por qué ha decidido utilizarla como ‘leitmotiv’?
R.- Todo arrancó con la cocina, las emociones y querer hacer algo con ellas. Pero cuando me he puesto a reflexionar, me he dado cuenta de que en mis novelas se come, se bebe, la cocina es el nexo de unión entre las parejas, siempre hay una madre con una fiambrera para cuidarnos el cuerpo y el alma.
P.- ¿A qué saben los recuerdos más bonitos de su pasado?
R.- Saben a esa sensación de que todo era posible, de que te quedaba tanto por delante e incluso la posibilidad de aburrirte que pierdes cuando eres adulto. El verano de sandía, el Cola Cao frío, los inviernos del pollo asado. Saben a familia, amigos, a la hermana que he perdido este año. A casi todo lo que se va quedando en el camino.
P.- ¿Guisar para otros es uno de los mayores actos de amor?
R.- ¡Sin lugar a dudas! Y que te guisen es un placer emocional inmenso. Cuando te sientes mal, no es lo mismo sentarse a hablar que sustituirlo por un caldito. Ese es el regalo que te acaricia el espíritu. (…)
P.- Este es un libro muy espiritual. ¿Usted lo es?
R.- Creo que sí. Pero, sobre todo, soy muy emocional, muy pasional en todo lo que hago. Eso sí: me paso la vida sumergida en dilemas morales, desde que era una niña. ¡La centrifugadora no para! (…)