Tras la misa de apertura de ayer, el primer día de trabajo en el Sínodo sobre la Amazonía, este lunes 7 de octubre, ha contado con la relación del cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario del Sínodo, y con la primera ponencia, a cargo del cardenal Cláudio Hummes. Pero también ha querido tener una breve intervención el papa Francisco, quien, fiel a su costumbre en las asambleas sinodales, preside todas las jornadas pero no suele hablar, salvo al principio y al final.
Cuatro dimensiones
En su sencilla intervención de hoy, al saludar a los padres sinodales y al resto de participantes, ha destacado que este encuentro tiene “cuatro dimensiones: la dimensión pastoral, la dimensión cultural, la dimensión social y la dimensión ecológica”. En la primera, “la esencial, la que abarca todo”, “nos acercamos con corazón cristiano y vemos la realidad de la Amazonía con ojos de discípulo para comprenderla e interpretarla”. Hecho esto, en una dinámica opuesta a la del “proselitismo”, se comprueba que “no existen hermenéuticas neutras, hermenéuticas asépticas”.
Por ello, Bergoglio ha reclamado que el modo correcto de acercarse a los pueblos amazónicos es “respetando su historia, sus culturas, su estilo del buen vivir”, ajenos a “colonizaciones ideológicas que destruyen o reducen la idiosincrasia de los pueblos” y “sin el afán empresarial de hacerles programas preconfeccionados” para “disciplinar su historia y su cultura”. Algo que solo refleja un “afán de domesticar los pueblos originarios”.
A veces, la Iglesia se olvidó…
“Cuando la Iglesia se olvidó de esto –ha denunciado–, de cómo tiene que acercarse a un pueblo, no se inculturizó; incluso llego a menospreciar a ciertos pueblos. Y cuántos fracasos de los cuales hoy nos lamentamos. Pensemos en De Nobile en India, Ricci en China y en tantos otros. El centralismo ‘homogeneizante’ y ‘homogeneizador’ no dejó surgir la autenticidad de la cultura de los pueblos“.
“Las ideologías –ha proseguido– son un arma peligrosa; siempre tendemos a agarrar una ideología para interpretar un pueblo. Las ideologías son reductivas y nos llevan a la exageración en nuestra pretensión de comprender intelectualmente, pero sin aceptar, comprender sin admirar, comprender sin asumir, y entonces se recibe la realidad en categorías. Las más comunes son las categorías de ‘ismos’. Entonces, cuando tenemos que acercarnos a la realidad del algún pueblo originario, hablamos de indigenismos, y cuando queremos darle alguna pista de salida a su vivir mejor, no le preguntamos, hablamos de desarrollismo”.
El peligro de los ‘ismos’
“Estos ‘ismos –ha lamentado– reformulan la vida desde el laboratorio ilustrado e iluminista. Son lemas que van echando raíces y programan el acercamiento a los pueblos originarios”. Algo que el Pontífice ha ilustrado con lo que ocurrió en su Argentina natal: “En nuestro país, un lema: ‘civilización y barbarie’, sirvió para dividir, para aniquilar y llegó al culmen, hacia fines de los años 80, al aniquilar la mayoría de los pueblos originarios, porque eran ‘barbarie’, y la ‘civilización’ venía de otro lado“.
El Papa no ha dudado a la hora de poner otro ejemplo para desnudar “el desprecio” al diferente, contando algo que escuchó en la misa de apertura de este domingo, cuando un indígena participó en las ofrendas: “Ayer me dio mucha pena escuchar aquí dentro un comentario burlón, sobre ese señor piadoso que llevó las ofrendas con plumas en la cabeza. Decime, ¿qué diferencia hay entre llevar plumas en la cabeza y el ‘tricornio’ que usan algunos oficiales de nuestros dicasterios? Entonces, corremos el riesgo de proponer medidas simplemente pragmáticas, cuando, por el contrario, se nos pide una contemplación de los pueblos, una capacidad de admiración, que hagan hacer un pensamiento paradigmático”.
Huir de los programas
“No hemos venido aquí –ha asegurado– a inventar programas de desarrollo social o de custodia de culturas, de tipo museo, o de acciones pastorales con el mismo estilo no contemplativo con el que se están llevando adelante las acciones de signo contrario: deforestación, uniformización, explotación. Ellos también hacen programas que no respetan la poesía (me permito la palabra), la realidad de los pueblos que es soberana”.
Lejos también de la “mundanidad”, la realidad es que “venimos a contemplar, a comprender, a servir a los pueblos; y lo hacemos recorriendo un camino sinodal. Lo hacemos en sínodo, no en mesas redondas, no en conferencias o en discusiones ulteriores; lo hacemos en sínodo, porque un sínodo no es un parlamento, no es un locutorio, no es demostrar quién tiene más poder sobre lo medios y quién tiene más poder entre las redes para imponer cualquier idea o cualquier plan”.
Un gran protagonista: el Espíritu Santo
“El Espíritu Santo –ha enfatizado– es el actor principal del Sínodo. Por favor, no lo echemos de la sala. Se hicieron consultas, se discutieron en las Conferencias Episcopales, en el Consejo Presinodal, se elaboró el Instrumentum laboris que, como saben, es un texto mártir, destinado a ser destruido, porque es punto de partida para lo que el Espíritu va a hacer en nosotros y, ahora, caminar nosotros bajo la guía del Espíritu Santo. Ahora hay que dejar que el Espíritu Santo se exprese en esta Asamblea, se exprese entre nosotros, se exprese con nosotros, a través de nosotros y se exprese ‘pese’ a nosotros, pese a nuestras resistencias; que es normal que las haya, porque la vida del cristiano es así”.
De ahí que haya llamado, lo primero de todo, a orar: “Hermanos y hermanas, yo les pido que recemos mucho. Reflexionar, dialogar, escuchar con humildad, sabiendo que yo no sé todo. Y hablar con coraje, con parresía, aunque tenga que pasar vergüenza; decir lo que siento, discernir y, todo esto dentro, custodiando la fraternidad que debe existir aquí dentro”.
Cuatro minutos de silencio
Con el fin de cultivar esa “actitud de respeto”, de “cuidar la atmósfera fraternal” y favorecer “el aire de intimidad es importante”, el Papa ha propuesto cuatro minutos de silencio tras cada cuatro intervenciones.
Por lo mismo, ha pedido tratar con mimo lo que se dice fuera, no rompiendo esa fraternidad íntima que se vive dentro del aula sinodal: “Se trata de no ventilar todo, como viene, afuera”. No como “un secreto más propio de las logias”, “pero sí de delicadeza y de prudencia en la comunicación que haremos fuera. Y esta necesidad de comunicar fuera a tanta gente que quiere saber, a tantos hermanos nuestros, periodistas, que tienen la vocación de servir a que se sepa, y para ayudar a esto, están previstos los servicios de prensa, los briefings…”.
El Sínodo de adentro
“Un proceso –ha concluido– como el de un Sínodo se puede arruinar un poco si yo, al salir de la sala, digo lo que pienso, digo la mía, y entonces se da esa característica que se dio en algunos sínodos: del Sínodo de adentro y del Sínodo de afuera. El Sínodo de adentro, que sigue un camino de Madre Iglesia, de cuidado de los procesos, y el Sínodo de afuera, que, por una información dada con ligereza, dada con imprudencia, mueve a los informadores de oficio a equivocaciones. Gracias por esto que ustedes están haciendo, gracias por rezar unos por otros, y ánimo. Y, por favor, no perdamos el sentido del humor“.