El Sínodo sobre la Amazonía no ha tardado en afrontar uno de sus puntos más polémicos, la posible ordenación sacerdotal en zonas remotas de ‘viri probati’, hombres casados maduros que gozan de una posición de liderazgo dentro de sus comunidades. En la segunda de las congregaciones generales de la asamblea, celebrada en la tarde del pasado lunes, hubo alguna intervención contraria a esta posibilidad porque puede suponer una “replanteamiento sustancial de la naturaleza del sacerdocio y de su relación con el celibato”, según el resumen de las sesiones del Sínodo ofrecido anoche por la Santa Sede.
Uno de los participantes en la asamblea pidió potenciar la “pastoral vocacional” entre los jóvenes indígenas para evitar que haya católicos de “primera clase”, que pueden acceder fácilmente a la Eucaristía, y otros de “segunda clase”, a los que les toca esperar incluso años años para recibir “el Pan de Vida”. Entre las alrededor de 100.000 comunidades católicas de base que existen en Brasil, se calcula que en más de 60.000 no se celebra la misa al menos una vez por semana debido a la falta de sacerdotes.
Uno de los mayores expertos en esta materia es el profesor de teología en la Pontificia Universidad Católica de Paraná Antonio José de Almeida, autor de los libros ‘Procuram-se padres: centralidade da Eucaristia e escassez de clero’ (publicado en portugués por Paulinas en 2018) y ‘Nuevos ministerios’ (Herder, 2015). En su obra más reciente, De Almeida supera el término ‘viri probati’, que resulta inaceptable para una parte de la jerarquía eclesiástica, para hablar en cambio de ‘presbíteros comunitarios’.
“Los candidatos al ministerio presidencial o eucarístico deben, en principio, ser de la propia comunidad, que es el espacio concreto donde el Espíritu florece. Una comunidad que no tenga nadie que pueda asumir el ministerio presbiterial es una comunidad que, en principio, aún debe caminar mucho para poder celebrar su propia Eucaristía”, sostiene el teólogo brasileño, que recuerda cómo en los primeros tiempos de la Iglesia estaba prohibida la transferencia de los ministros ordenados de un lugar a otro.
En su último libro, De Almeida apuesta por que las comunidades no cuenten con un solo ‘presbítero comunitario’ y formen en cambio un “pequeño equipo” para evitar “la sobrecarga de trabajo, garantizar una rotación en la presidencia de la Eucaristía, asegurar una legítima y saludable pluralidad de opiniones, evitar el clericalismo y el autoritarismo y propiciar la toma de decisiones de manera colegiada”.