El cardenal Robert Sarah, guineano de 74 años, es prefecto de la Congregación para el Culto Divino – cargo que llega a su fin el próximo mes de noviembre, con la posibilidad de que Francisco lo amplíe por otros cinco años – y acaba de publicar en Italia el libro el cardenal acaba de publicar en Italia el libro ‘Es de noche y el día está casi ha terminado’ (Edizioni Cantagalli). “Quien está en contra del Papa está ipso facto fuera de la Iglesia”, ha afirmado en una entrevista con Il Corriere della Sera, donde ha aclarado, además, que considera que “cada Papa es correcto para su tiempo, porque la Providencia nos conoce muy bien”.
Y es que, en su libro el purpurado se centra en una “apostasía silenciosa” y una “noche oscura” que proviene, dentro de la propia Iglesia, de “sacerdotes, obispos e incluso cardenales infieles que no soportan la verdad de Cristo”. “Este libro es el resultado de una reflexión sobre algo que, para mí, se ha desarrollado durante mucho tiempo”, subraya. Por eso, no es un “tratado académico”, sino una forma de expresar su “llanto como pastor a partir del análisis de los tiempos que estamos viviendo” y ante lo cual “ya no puedo permanecer en silencio”.
“Vivimos una crisis espiritual muy fuerte que afecta a todo el mundo, pero tiene su origen, principalmente, en Europa”, continua Sarah, quien considera que el motivo es “el rechazo de Dios, porque el hombre occidental no admite que pueda depender de alguien”. “Todos quieren autodeterminarse a sí mismos, en la vida, en la muerte, en la sexualidad, hasta el punto de cambiar la naturaleza en función de sus propias ideas. Es algo perverso”, subraya.
Por todo ello, la “noche oscura” de la Iglesia comienza, ante todo, “en el alma del hombre”, en su búsqueda desenfrenada para crear hoy un “humanismo sin Dios”, en el que Dios “es el hombre mismo, con sus facultades, el poder de la ciencia, las luces de tecnología y la riqueza de una economía cada vez más globalizada e inhumana”. Por el contrario, Sarah defiende que una sociedad “inspirada en el Evangelo protege a los más débiles de las consecuencias del pecado”. Sin embargo, una sociedad separada de Dios “se convierte rápidamente en una dictadura y una estructura de pecado”.
En el caso de la Iglesia, entra en crisis cuando, “para complacer al mundo y hacerse aceptable, deja de ser profética y se adapta al sentimiento común o al pensamiento dominante, que hoy es el relativismo”. En este sentido, Sarah se manifiesta como un firme defensor de la doctrina, “no es un conjunto de preceptos moralistas, sino un conjunto de enseñanzas que nos llegan de las Escrituras, de la Palabra de Dios y de la Tradición”. Y, “quien no lo entienda”, debe “redescubrir lo que significa ser cristiano y pertenecer a la Iglesia hoy”.
El purpurado ha analizado también la imposibilidad de que los ‘viri probati’ lleguen a establecerse – hombres mayores y casados que son ordenados como sacerdotes en regiones remotas del Amazonas -, porque considera que “la propuesta es teológicamente absurda e implica una concesión funcionalista del sacerdocio, ya que pretende separar la tria munera (Santificandi, docendi y regendi)”. Además, el cardenal señala “la ordenación de los hombres casados significaría en la práctica cuestionar la naturaleza obligatoria del celibato como tal”.
Para Sarah la cuestión, realmente, es “comprender el significado de la vocación sacerdotal”, y preguntarse “por qué no hay más personas dispuestas a entregarse por Dios, el sacerdocio y la virginidad”. “Cuántas veces he oído: si los sacerdotes pudieran casarse, la pedofilia no existiría. Como si no supiéramos que el problema, o más bien el delito, concierne principalmente a las familias, porque allí es donde ocurre principalmente”, ha apuntado.
En cuanto a su opinión general sobre el Sínodo sobre la Amazonía, Sarah ha expresado que considera que “algunos occidentales están confiscando esta asamblea para avanzar en sus planes”, en particular “en la ordenación de hombres casados, la creación de ministerios de mujeres o la jurisdicción de los laicos”, que son puntos que “tocan la estructura de la Iglesia universal”. “Aprovechar para introducir planes ideológicos sería una manipulación indigna, un engaño deshonesto, un insulto a Dios que guía a su Iglesia y le confía su plan de salvación”, ha sentenciado.