En el tercer día de debates del Sínodo sobre la Amazonía que se celebra en el Vaticano, el papa Francisco aprovechó la audiencia general que presidió este miércoles en la plaza de San Pedro para dejar un significativo mensaje. “También los ideólogos que quieren la ‘pureza’ de la Iglesia golpean a Cristo”, comentó improvisando sobre el texto que tenía preparado, dedicado a la persecución de los cristianos por parte de Saulo y a su transformación tras el encuentro con el Resucitado.
Francisco no hizo ninguna referencia directa a la asamblea sinodal, que ha provocado las críticas de una parte de la jerarquía eclesiástica por afrontar cuestiones como la ordenación sacerdotal en zonas remotas de ‘viri probati’, hombres casados maduros reconocidos por sus comunidades, y la instauración de un posible ministerio para las mujeres. En su alocución, el Papa pareció responder de forma implícita a esos críticas al dejar varias preguntas retóricas: “¿Cómo vivo mi vida de fe? ¿Pertenezco a la Iglesia universal, formada por buenos y malos, o a la ideología selectiva? ¿Adoro a Dios o a las formulaciones dogmáticas? ¿La fe en Dios que profeso me hace amigable o en cambio hostil hacia quien es diferente a mí?”.
Continuando con su ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, el Pontífice puso al joven Pablo de Tarso como ejemplo del “intransigente”, de la persona que “manifiesta intolerancia hacia el que piensa de forma diferente a él, que trata en modo absoluto su propia identidad política o religiosa y reduce al prójimo a un potencial enemigo a combatir”. Lo presentó como a un “ideólogo” que convirtió la religión en una “ideología social, religiosa y política”.
Francisco comentó al final de su intervención cómo tras su encuentro personal con Cristo, Saulo “perdió la vista y pasó de ser un hombre fuerte e independiente a estar limitado y necesitado de los demás. De hecho, comenzó para él una transformación, como una ‘pascua personal’ que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en ‘basura’, porque su verdadero tesoro ya era Cristo”.