La sorpresa inicial se ha tornado agradecimiento. Y el guatemalteco Álvaro Ramazzini Imeri, obispo de Huehuetenango, no encuentra mejor forma de agradecerle a Francisco que le haya creado cardenal, que manteniendo “la sintonía espiritual, teológica y pastoral” con él. Eso sí, advierte que “el movimiento de cambio” impulsado por el Papa no depende solo de los cardenales electores, grupo al que ya pertenece desde el pasado día 5.
PREGUNTA.- Se acostó siendo obispo y amaneció convertido en cardenal. ¿Cómo se asume eso?
RESPUESTA.- Con sorpresa y agradecimiento a Dios y al Santo Padre, que muestra de este modo su afecto por nuestro país.
P.- La noticia le pilló por sorpresa, pero, una vez asimilada, ¿lo celebró de algún modo especial?
R.- No. Lo celebré repasando desde la fe el sentido que puede tener, y tiene, esta designación en esta etapa de mi vida; con la conciencia de que no es un honor, sino una nueva manera de seguir viviendo mis opciones cristianas en mi ministerio episcopal.
P.- ¿Tuvo ocasión de hablar con el Papa después de ese día?
R.- Ninguna. Solamente le escribí una carta enviada a través de la Nunciatura Apostólica en Guatemala.
P.- Francisco ha decidido incorporarle al grupo de sus colaboradores más próximos. ¿Qué lectura hace usted de su reciente cardenalato?
R.- Mantener la sintonía espiritual, teológica y pastoral con el papa Francisco, cuya línea es la Conferencia de Aparecida (2007) y sus conclusiones, y el camino recorrido previamente por la Iglesia en América Latina. No hay que olvidar que el análisis de la realidad que hicimos en Aparecida y la iluminación teológica que orienta las conclusiones finales expresan de modo muy consistente el magisterio y, sobre todo, el talante pastoral del actual obispo de Roma.
P.- El origen de los 13 nuevos cardenales nos habla de una Iglesia cada vez más universal. ¿Hay que salir a las periferias para renovar esa condición de “discípulos misioneros” que impulsó Aparecida?
R.- Sin duda, de modo absoluto, aunque haya quienes duden de los absolutos. Evidentemente, todo obispo debe verificar cuáles son esas periferias en su propio territorio, no perdiendo de vista el carácter universal de la Iglesia.
P.- ¿Entiende que esta Iglesia “en salida” y más “descentralizada” pueda incomodar a ciertos sectores dentro de la propia institución?
R.- Lamentablemente, así está sucediendo. Me duele la guerra subterránea que le hacen al propio papa Francisco desde dentro de la Iglesia misma. Pero esa incomodidad y agresividad son una buena señal de que el Papa está tocando las llagas que están enfermando a la Iglesia. Unas llagas provocadas por nosotros mismos y que necesitan ser curadas.
P.- Este último consistorio parece confirmar que el pontificado de Francisco ha alcanzado ya su “velocidad de crucero”. ¿El perfil actual de los cardenales electores garantiza que las reformas emprendidas llegarán a buen puerto?
R.- Es un deseo que se hace oración, pidiendo al Señor que siga dándole salud y vida al papa Francisco. Ciertamente, debemos entender que el movimiento de cambio impulsado por el papa Francisco no depende solo de los cardenales electores. Su inspiración renovadora ha contagiado a miles y miles de comunidades en la Iglesia. (…)