Cada viernes Vida Nueva te acerca sus recomendaciones en pantalla grande (o no tanto)
Una joven pareja de universitarios se dispone a pasar un romántico fin de semana en Nueva York. Ella tiene previsto entrevistar a un reconocido cineasta en plena crisis creativa, circunstancia que le permitirá conocer a un actor de lo más seductor (Diego Luna). Mientras, su novio se cruzará con otra chica (Selena Gómez) que le ayudará a poner en orden sus sentimientos.
Un octogenario Woody Allen vuelve a Manhattan, escenario de algunos de sus grandes éxitos, para seguir los encuentros, desencuentros y equívocos de los protagonistas durante un día pasado por agua en una ciudad donde se cruzan con lo mejor y lo peor del mundo de la cultura (cine, música, literatura…). Pese a la climatología adversa, un lugar idílico para el romance.
La narración de ambas historias –la del rico despreocupado y la de su irreflexiva novia de ocasión– confluye en una comedia romántica de trama sencilla sobre soñadores, bohemios, artistas y aspirantes varios en busca de su oportunidad.
El veterano realizador apuesta por un tono lúdico y optimista, sin entrar en mayores profundidades, lo cual proporciona buenos momentos. Sin más. Sus grandes películas han quedado definitivamente atrás.
Salamanca, 19 de julio de 1936. Se declara el estado de guerra en la ciudad y su más ilustre vecino, Miguel de Unamuno, decide apoyar esa sublevación que promete restablecer el orden en una España cada vez más convulsa. Mientras, el general Franco –secundado por la Legión de Millán-Astray– va sumando efectivos a la rebelión.
Alejandro Amenábar regresa a “casa” con este drama histórico en torno a un hombre apasionado y complejo, asaltado por las dudas y las contradicciones, pero que se resistió a ser recordado como un judas, cuando su único propósito fue conciliar voluntades para que el poder de la dialéctica se impusiera a la fuerza de las armas.
Aunque queda fuera de toda duda que el oscarizado cineasta no se sitúa a la misma distancia ideológica de Unamuno que de Franco, ello no le impide tratar de entender los argumentos y estrategias de ambos, con el fin de ser lo más ecuánime posible en un retrato de época dolorosamente actual.
De la mano del célebre intelectual del 98 (un sublime Karra Elejalde, al que tan solo Eduard Fernández osa hacerle sombra), esta honesta película alza la voz contra el olvido y/o la ignorancia de aquel tiempo de siniestras paradojas.
Si todos llevamos un escritor dentro, se antojan incontables los autores noveles cuyas creaciones no verán nunca la luz. Pero, ¿y si alguien ideara un refugio para esos originales no publicados, huérfanos de editor?
Tan insólito destino constituye el pretexto del francés Rémi Bezançon para reflexionar acerca del oficio de escribir, del vértigo de la segunda obra, de la importancia de una buena crítica y, sobre todo, de las sombras de fraude que sobrevuelan la ficción (negros, plagios…). De hecho, la sospecha constituye el motor narrativo de esta historia, una comedia amable atravesada por la intriga y el suspense propios de un ‘thriller’.
Aquí no se busca a un asesino, sino al autor de una novela de éxito inesperado; y el encargado de la investigación no es un detective, sino un célebre crítico literario (el versátil Fabrice Luchini) que arriesga su matrimonio y su trabajo por esclarecer el “misterioso” caso de un supuesto impostor en un pueblo perdido de Bretaña.
Las pesquisas, aunque sostenidas por el oficio del protagonista, delatan las trampas de un guión ligero, no siempre verosímil y cuyos pobres chispazos de humor invitan a no tomárselo muy en serio.