En 2011, Benedicto XVI creó en Burkina Faso la diócesis de Gaoua, designando a Modeste Kambou como primer obispo de esta comunidad de 11.000 kilómetros cuadrados y en la que se hablan 10 lenguas diferentes. Para este pastor, su caminar en la fe comenzó siendo niño gracias a un misionero español, el padre blanco Eugenio Bacaicoa, quien también tuvo una fuerte experiencia misionera en Chad.
El chico estudió en la escuela de la misión con los padres blancos y con las Misioneras Franciscanas de María. Siempre ha mostrado públicamente su agradecimiento a los misioneros que llegaron de fuera y quisieron encarnarse con su gente, inculturándose de un modo integral en su cultura y costumbres, a la luz del Evangelio.
Pero, si bien está agradecido a todos, en el caso de Eugenio es especial: con él quiso pasar la víspera de su consagración episcopal. A buen seguro, fue un momento especialmente intenso, marcado por los recuerdos, las confidencias y los consejos.
Tras 30 años en África, Bacaicoa vive en Pamplona. Pero, como asegura a Vida Nueva, no olvida nada de lo vivido en su misión. Y mucho menos al joven Modeste, hoy referente de su Iglesia local: “Le conocí siendo él un niño de apenas cuatro años. Vivíamos en el mismo barrio de Kamti. Le llamábamos Joachim, como su padre, y Bikun. Todos los domingos veíamos a su padre presidiendo la procesión familiar que iba a la iglesia. Su madre encarnaba la letanía de los parabienes. Tampoco olvido que, entre los hijos, iba también Petronille, quien después ingresó como religiosa”.
Con ternura y un profundo agradecimiento, el padre blanco reconoce que “son recuerdos de hace más de 45 años que llevo en mi corazón”. Y añade esta bonita anécdota: “Hace dos años, cuando celebraba yo mis bodas de oro sacerdotales, no podía faltar la llamada de Modeste, gracias también a algunos familiares míos”.
“Me emociono –concluye Bacaicoa–. Guardo el recuerdo de esa tierra y de esa gente, con su lengua y sus costumbres, que me ayudaron a ser misionero”.