John Henry Newman ya es santo. El Papa Francisco celebraba esta mañana en la Plaza de San Pedro la canonización del cardenal británico converso, uno de los intelectuales más reconocidos del siglo XIX, al que se refirió en su homilía para invitar a los peregrinos a promover “la santidad de lo cotidiano”.
Parafraseando al nuevo santo, llamó a los cristianos a ser “luches amables en medio de la oscuridad del mundo”. Con las palabras de Newman, Francisco dibujó el perfil del cristiano como un hombre “sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin pretensiones”.
Durante la eucaristía, en la que participó el príncipe Carlos de Inglaterra, también fueron elevados a los altares otros cuatro beatos, entre ellos, Dulce Lopes Pontes, primera santa brasileña, que fundó la Unión de los Trabajadores de San Francisco.
Las palabras del Papa ahondaron el Evangelio del día, que narra la curación de los leprosos. Así, señaló cómo estos enfermos se acercaron a Jesús y “no se dejan paralizar por las exclusiones de los hombres y gritan a Dios, que no excluye a nadie”.
“Es así como se acortan las distancias, como se vence la soledad -continuó Begoglio-: no encerrándose en sí mismos y en las propias aflicciones, no pensando en los juicios de los otros, sino invocando al Señor, porque el Señor escucha el grito del que está solo”.
Francisco recordó que “como esos leprosos, también nosotros necesitamos ser curados, todos”. Así, subrayó que “necesitamos ser sanados de la falta de confianza en nosotros mismos, en la vida, en el futuro; de tantos miedos; de los vicios que nos esclavizan; de tantas cerrazones, dependencias y apegos: al juego, al dinero, a la televisión, al teléfono, al juicio de los demás”.
Para ello, presentó la oración como “la puerta de la fe” y “la medicina del corazón”. “La fe crece así, con la invocación confiada, presentando a Jesús lo que somos, con el corazón abierto, sin esconder nuestras miserias”, añadió.