“Pensamos que vamos a renovar la pastoral juvenil y al día siguiente se nos van a llenar los noviciados y así no funciona”. Esta fue la premisa con la que el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, arrancó ayer la conferencia de clausura de las Jornadas de Pastoral Juvenil Vocacional de Confer celebradas en Madrid este fin de semana.
El purpurado de origen turolense presentó el itinerario vocacional en su ponencia como un proceso similar a una peregrinación a Santiago: “Cuando uno empieza el camino, al día siguiente es imposible ver la catedral, solo percibes cansancio, ampollas… Solo cuando llevas varias etapas empiezas a descubrir que el esfuerzo volcado tiene sentido”. Desde ahí, animó a religiosos y laicos a adentrarse en este “camino vocacional que dará fruto aunque no lo veamos”.
“No tengo la respuesta sobre qué pasos hay que dar en la pastoral vocacional, pero sí propuestas”, planteó el cardenal, entre las que destacó la oración. “No pongamos toda la fuerza en grandes proyectos y en el marketing y creemos escuelas de oración y redes de intercesores”, apuntó.
Desde ahí, el purpurado incidió en la relevancia del acompañamiento personal. “Necesitamos acompañantes que iluminen, no que nos digan qué tenemos que hacer”, señaló sobre el perfil de los hombres y mujeres que trabajen con los jóvenes desde la escucha, y explicó cómo ha puesto en marcha una formación de acompañamiento para todos los sacerdotes de Barcelona.
En esta misma línea, subrayó la necesidad de “volver al testimonio de los santos y presentárselo a los jóvenes”. “Su testimonio de coherencia puede llegar al corazón de la gente y nosotros mismos, siendo testigos, también podemos tocar el corazón de los jóvenes”, planteó, a la vez que lamentó que “hemos borrado de nuestro lenguaje la llamada a la santidad, no lo explicitamos”.
Omella mostró su preocupación por promover en la Iglesia mayor fraternidad y vida comunitaria para ser coherentes ante los jóvenes. “A veces hemos sustituido el ‘mirad como se aman’ por el ‘mirad cómo se separan’”, sentenció. A la par, propuso como irrenunciable alentar entre los jóvenes el compromiso con los pobres, no al estilo de una ong, sino desde la raíz del ser y hacer de Jesús de Nazaret: “No podemos ser personas incontaminadas que hablen desde la belleza y la perfección, sino que tenemos que evangelizar desde la ‘porquería’ del compromiso con los pobres”.
También negó que las nuevas generaciones se nutran solo de superficialidad, tal y como señalan algunos estudios sociológicos. “Soy testigo de cuántos jóvenes buscan acompañamiento en Barcelona, la que todos tachan de ser la cuna de la secularización”. Más tarde, lanzó una pregunta al auditorio: “¿Nos ponemos a tiro de esos buscadores de sentido de la vida que son los jóvenes?”. Es más, hizo un llamamiento a los agentes de pastoral a comprometerse con la propuesta de Christus vivit para dar más cauces de escucha y participación: “A los jóvenes conversos no hay quien los pare y llevan un fuego que debemos avivar, porque los de siempre lo tenemos bajo cenizas”.
“Siempre que hablamos de pastoral vocacional, empezamos haciendo análisis de la realidad, pero le dedicamos tanto tiempo que, cuando hemos hecho el informe correspondiente, ya ha cambiado la realidad. ¡Vayamos ya a ofrecer el Evangelio!”, animó el purpurado, que puso como ejemplo a los misioneros: “Ellos son capaces de realizar un análisis de la realidad a pie de obra desde la Palabra de Dios y no dudan en actuar con valentía y con la fuerza del Espíritu sin esperar a grandes planes”.
Esta es la línea que, según Omella, propone el Papa a través de la exhortación postsinodal. “Aunque incluye un análisis de la realidad, el texto arranca en primer lugar por Cristo, por la Palabra de Dios para llegar al corazón del joven”.
En este punto, el purpurado aprovechó para hacer una defensa cerrada de Francisco: “Este Papa no tiene nada de tonto. ¿O acaso conocéis a algún jesuita tonto? Los tontos somos nosotros que no nos enteramos y cuando él apunta las reformas que necesitamos, nos quedamos mirando al dedo y no al futuro”.
Para ello consideró la radicalidad, la generosidad y la osadía como condiciones imprescindibles para un pastoral juvenil vocacional efectiva, “siempre que tengamos en cuenta que el actúa es Dios y no nosotros, que somos mediación para favorecer el encuentro entre el joven y el Señor”. Otro ingrediente que propuso el cardenal como imprescindible fue la alegría: “En nuestras tiendas eclesiásticas, hay más venta de vinagre que de alegría”.