El 24 de septiembre fue una jornada histórica para la Diócesis de Sevilla, como la definió el cardenal Giuseppe Versaldi, prefecto de la Congregación para la Educación Católica, al erigir la Facultad de Teología San Isidoro. Apenas un año después de que el arzobispo Juan José Asenjo hiciese la solicitud, Sevilla volvía a tener facultad propia, 122 años después de que el cardenal Spínola consiguiese la Universidad Pontificia de Sevilla, con su facultad de Teología, donde cursaban estudios sacerdotes de Andalucía Occidental y de Extremadura.
Ahora, y en el marco del 50º aniversario del Centro de Estudios Teológicos de Sevilla, esta nueva realidad académica, guiada por la constitución apostólica Veritatis gaudium, del papa Francisco, nace “como un medio para potenciar la investigación y la docencia de la teología en el suroeste de la Península Ibérica, donde no había ninguna facultad de Teología hasta el momento”, en palabras de su decano, Manuel Palma.
Con este centro son una docena las facultades que forman en España a los sacerdotes, religiosos y, en menor medida, laicos del siglo XXI, unos 2.000 alumnos (parte de ellos venidos de América Latina y África) que algunos consideran pocos para tanta oferta académica.
No parece ser el caso de la facultad de Sevilla, cuya demanda “ha sido uno de los puntos fuertes para solicitarla”, como reconoce su decano. “La media de alumnos de los últimos años en el Centro de Estudios Teológicos ha sido bastante superior a la habitual. En el último curso tuvimos 220 –reconoce Palma a Vida Nueva–. Y el servicio que ofrece la Facultad no es solo para la Archidiócesis de Sevilla, de manera que la perspectiva de estudios y la investigación se abran a la realidad de la Iglesia del sur de España y de la Iglesia universal”. En este sentido, el decano confirma que la San Isidoro puede atender la demanda formativa que le llegue de otras diócesis. “Cabe la posibilidad de que otros centros pidan afiliarse o agregarse a la nueva institución, y ese es un servicio que la Facultad está en condiciones de prestar”, apunta.
Además, subraya que su apertura ha generado mucho interés en Sevilla, abriendo nuevas posibilidades. “Esa sensación de estar ante algo importante en la vida de nuestra Iglesia ha calado en la diócesis y hay, ciertamente, interés también por parte de los laicos por descubrir qué ofrece y qué significa esta institución. Y aquí, la religiosidad popular, a través de las hermandades y cofradías, es un ámbito pastoral interesante y, sin duda, de ofrecimiento académico”.
Esta ilusión choca con la realidad de otras facultades de teología que llevan años de vuelo y otean un horizonte lleno de dificultades. “No hay tanto volumen de alumnos para abrir más facultades en España. Cuando se hace, suele obedecer a razones pastorales de una diócesis”, asegura a esta revista Francisco García, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontifica de Salamanca, (UPSA).
“No sé si los centros de estudios teológicos actuales nos hemos planteado la pregunta de cuántos podrán mantenerse en el medio plazo –señala por su parte Enrique Sanz, decano de Teología de la Universidad Pontificia Comillas–. La tendencia es tirar hacia delante porque hay apoyos de todo tipo, pero deberíamos preguntarnos si podremos mantener toda esta oferta académica. Y por mi experiencia en las reuniones en la Junta de Decanos, esta es una cuestión que nunca nos planteamos. Los números se conocen y creo que, en la actualidad, para la demanda que hay, la oferta académica es muy grande”, señala.