El autor de ’33 el Musical’ fue el encargado de dar el pregón del Domund en la catedral de Málaga
El sacerdote y músico Toño Casado, autor de ’33 el Musical’, pronunció el Pregón del Domund en la catedral de Málaga. Unas palabras en las que Casado animó a quitar “el polvo a la palabra Domund”, para descubrir las “historias de tantos hombres y mujeres buenos que dejaron sus casas, sus padres y sus cosas, sus parejas, sus ropas y sus pueblos y le dio la locura más profunda e incurable como la del Evangelio, que una vez que te pica la paloma del Espíritu Santo no hay marchas atrás”.
“Este año”, dijo Casado, “nos dieron un gran lema que original no es, pero es certero, que nos recuerda lo que Dios nos hizo y vivirlo debemos”. El lema, ‘Bautizados y enviados’, resume en tres palabras “lo profundo de nuestra existencia de cristianos”. En primer lugar, porque es “en plural, pues esto de la iglesia y las misiones lo vivimos sintiéndonos familia”. “La fe no es una cosa que uno tenga guardada en una jaula para disfrute propio como un canario triste”, continuó el sacerdote, “la fe en Jesús es fuego compartido, que se extiende a través de mil historias y se pasa de abuelos a padres y a los hijos”.
“La fe en Jesús vivida con realismo y con pasión profunda no puede quedar quieta como el hielo”, añadió, ya que si esto ocurre “se pudre y se anquisola como una charca junto a un cementerio”. “La fe oculta debajo de un celemín, que es un cacharro viejo, que por falta de oxígeno se apaga y solo queda un humo denso que asfixia sacristías y parroquias y grupos y conventos”, dijo.
De la misma manera, Casado recalcó que en la Iglesia se está “juntos y en plural” porque está “viva, por sus errores y sus logros”, además de “por su pasión y por seguir las huellas del maestro”. “No somos tontos, gente no pensante, no somos de derechas, ni de centro, ni de izquierdas”, como tampoco somos “gente sosa, ni parada, ni hay vinagre en las venas que nos laten, no somos aguafiestas de la vida, no somos triste cuervos, ni meapilas, ni oscuros chupacirios atontados por cúmulos de incienso”.
Al contrario, el cura apostilló que “bautizados por agua y por Espíritu queremos ser profetas que señalen maldades e injusticias sin pelos en la lengua, que el mundo necesita despertar a tanta oveja ciega que se contenta con seguir tirando sin pensar un segundo que viaja en un camión al matadero”. El mismo agua que “nos hace familia, no una estática secta”, una familia con sus “errores y aciertos, que a veces discutimos, que a veces nos reñimos pero nos perdonamos y sabemos en una misma barca”.
Por todo ello, Casado reivindicó el valor “de ser cristiano, de sacar nuestra fe del cajón escondido y la vergüenza”, si bien reconoció que “es cierto que la historia nos enseña que a veces fue el error nuestra mirada, nuestro abrazo fue espada, nuestra sonrisa hoguera, nuestra puerta cerrada al diferente, nuestros ojos fiscales que condenan”. Unos errores que, sin embargo, no calman la “tempestad que nos expande a gritar que Dios quiere a todo el mundo, que su amor haces trizas el desierto y vuelve en un jardín las arenas de pueblos y ciudades que antes eran cemento”.
“El amor es verdad”, subrayó Casado, y “a pesar de la muerte que escupimos en noticias de los telediarios, tantas hipocresías, tanta mujer vejada o enterrada, tanto niño perdido, a pesar de la gente cabreada y de tanto político corrupto”, el amor “nos sostiene en la existencia, y nos da una palabra que es como un flotador que nos sostiene sobre la tempestad: Dios nos da la esperanza”.
Para transmitir ese mensaje de amor, “partimos cada cual de nuestras vidas”, porque “Dios nos da la misión de ser testigos de que Jesús que dio la vida en cruz, El Señor, está vivo”. De esta manera, “salimos de nuestras iglesias de nuestras estructuras y prejuicios, nos lanzamos al mundo por no andados caminos para encontrarnos con los habitantes del mundo raro en el que un día nacimos”.
Y, para ello, el sacerdote reivindicó, además, “el camino de las artes para llevar de nuevo el Evangelio como siempre la Iglesia Uso con sus experiencia por los siglos”, porque “el arte y la belleza abre los corazones de la gente y les hace sentir”.
Por último, animó a los presentes en la catedral a no olvidar a los hombres y mujeres que “en tierras extranjeras deshilachan su vida y su existencia por mostrar a Jesús y su mensaje en medio de las balas en medio de las guerras en medio de desastres en medio de los pobres verdaderos, aquellos olvidados de la tierra a los que ellos llevaron la compasión de Dios y la ternura, la fuerza inquebrantable, la sal, la luz, la risa y las canciones”.