“No veo el mayor problema en el celibato. El problema es nuestra incoherencia, nuestras infidelidades, los escándalos, la falta de santidad, que se convierten en un obstáculo para que los jóvenes sigan este camino”. Estas han sido las palabras de Wellington Tadeu de Queiroz Vieira, obispo de Cristalândia (Brasil), al abordar el tema de los ‘viri probati’ durante la sesión informativa de hoy sobre el Sínodo para la Amazonía.
Asimismo, el prelado ha recalcado que la falta de ministros ordenados no es solo un problema de la Amazonía, “sino también de otras regiones del mundo”. De hecho, ha puesto el ejemplo de la “progresiva reducción” del número de sacerdotes en Europa. Sin embargo, ha afirmado que, a pesar de las diferentes opiniones que hay en el Sínodo acerca de la ordenación de hombres casados, “bíblica o teológicamente no hay obstáculo para que la Iglesia tome tal decisión en un momento histórico como este”.
“Como el Papa repite, debemos acercarnos a las personas, adquirir el olor de las ovejas”, ha señalado el obispo, quien ha reconocido que “muchas veces no transmitimos la fragancia de Cristo”, sino que, a menudo, “somos anunciadores de nosotros mismos con comportamientos que alejan a las personas de Jesús”. Por eso, ha remarcado la necesidad de que los miembros de la jerarquía católica hagan “un viaje de santidad, de conversión: antes de pensar en lo que otros deberían cambiar, pensemos cómo debemos cambiarnos a nosotros mismos”.
Colaboración de los laicos
“Estamos obligados a ofrecer estos valores a los jóvenes”, ha continuado, ya que “hay una idea empañada de lo que es la santidad”. Sin embargo, esta no es más que “la simplicidad de la vida, la apertura al diálogo, el respeto por las diferencias, el sentido de compasión con los que sufren”. Además, ha propuesto como opción la alternativa de trabajar en “la mala distribución de los sacerdotes a nivel territorial”, ya que considera que esta “podría mitigarse si hubiera una mejor distribución”. “En América Latina, por ejemplo, abundan las vocaciones, pero también es difícil ir a las zonas fronterizas”, ha añadido.
Por su parte, Pedro José Conti, obispo de Macapá (Brasil), ha subrayado la necesidad de la Iglesia de contar con la contribución de los laicos. Ejemplo de ello es su propia experiencia personal, ya que su diócesis abarca 148 kilómetros cuadrados – casi la mitad de Italia -, y donde una parroquia abarca a 100 comunidades con un solo sacerdote. “Los que llevan a cabo el trabajo son los laicos y los laicos”, apuntó el obispo.
“Son ellos, además, un antídoto contra el clericalismo”, ha dicho, ya que “tienen habilidades familiares y profesionales: los obispos a menudo pretendemos saberlo todo, pero necesitamos las habilidades específicas de los laicos”. “También necesitamos laicos involucrados en la política, cristianos preparados que conocen la doctrina social de la Iglesia, que creen en el Reino de Dios y también están dispuestos a entrar en la política”, apostilló.
De la misma manera, Conti mencionó la cuestión del trabajo y la experiencia de las cooperativas para las reservas extractivas, que “explotan los productos del bosque pero sin destruirlo”. “Viven en el bosque y en la comercialización de sus productos”, dijo. “Son hombres y mujeres que trabajan, pero gracias a su sabiduría ancestral saben cómo respetar los productos naturales del bosque, que podrían comercializarse en todo el mundo”.