“Hoy urge, realmente, que retomemos esa vocación profética que tenemos como vida consagrada“. Son palabras de Liliana Franco Echeverri, presidenta de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), durante una rueda de prensa que ha ofrecido junto a otras 9 religiosas que representan a este organismo en el Sínodo sobre la Amazonía.
“Debemos promover una vida consagrada con tres características”, ha continuado la religiosa, “intercultural, itinerante e intercongregacional, porque no podemos seguir haciendo caminos particulares, sino que debemos ir por el camino de la comunión, de la sinodalidad, y eso requiere que nos empeñemos en trabajar juntos como hermanos”.
Asimismo, la presidenta de la CLAR subrayó que la Asamblea Sinodal está confirmando a los religiosos y religiosas la necesidad de fortalecer su presencia en la Amazonía. “Los religiosos y las religiosas que estamos presentes en el Sínodo estamos convencidos de que, como Vida Consagrada tenemos que levantar, hacer nuestra tienda en la Amazonía”, ha recalcado.
Por otro lado, Nelly Sempértegui Ramírez, perteneciente a la congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, reflexionó acerca de la formación integral en la Amazonía, partiendo de la cultura, la sabiduría, los conocimientos y la riqueza ancestral de los pueblos indígenas. “Desde ahí se puede hacer una pedagogía del encuentro, del cuidado, porque ellos son los que nos enseñan y los jóvenes son los que aportan y son el presente y el futuro para el cuidado de la casa común”.
“Por ello, nuestro aporte como Iglesia”, subrayó Sempértegui, “es hacer redes entre nosotros, unirnos con las instituciones locales y nacionales que apuestan por una educación bilingüe, que no sea impositiva, sino que se haga desde su cosmovisión y su cultura originaria”.
Las hermanas han explicado, además, que uno de los principales temas que han presentado frente a la Asamblea Sinodal ha sido el de la trata de personas en la Amazonía. Sobre este tema, Raimunda Nonata de Aguiar, de la congregación de Nuestra Señora denunció la realidad a la que se enfrentan los pueblos indígenas “que han sido expulsados de la realidad rural y empujados a las zonas urbanas donde están expuestos a la violencia, de la explotación sexual y el tráfico de personas, la droga, el problema de las familias desintegradas, el desempleo y la falta de acceso a la sanidad”.
“Como Iglesia”, añadió la religiosa brasileña, “hemos trabajado con estas personas que vienen del campo, sobre todo en un trabajo pastoral de concientización para que estas personas permanezcan en las zonas rurales y no vayan a las ciudades, allí donde la vida es más digna”. Además, explicó que la trata en la Amazonía es un problema que afecta “sobre todo a las mujeres, ya que en la Amazonía no hay límites, no hay fronteras, no hay controles y esto facilita la trata”.
Por último, las hermanas señalaron que mirar a la Amazonía “es ver que tiene un rostro plural, que muestra una realidad cultural, eclesial y social pluriforme que se expande en 9 países”. “El rostro de la Amazonía es un rostro samaritano, mientras acogemos con el corazón abierto también nos damos cuenta que necesitamos de los demás, de las personas, necesitamos a los demás para ser Iglesia, una Iglesia amazónica que expresa su diversidad que proviene de la cultura y del saber ancestral”, recalcaron y, “estamos llamados a vivir con la foresta, con los indígenas y con su cultura y juntos formamos un solo pueblo, por eso somos Iglesia, y queremos caminar en sinodalidad”.