“A los que dicen que la escuela concertada es elitista, que discriminamos por razones religiosas y que solo queremos a los alumnos con mayor nivel académico, les diría que se acercaran al colegio a compartir un día con nosotros y ver cómo trabajamos. A veces se habla mucho sin tener datos”, dice María José Castiñeira, directora del Colegio de la Asunción Vallecas, en una de las zonas de la capital de España donde la crisis parece endémica.
No muy lejos de donde una pelea entre bandas latinas –que se saldó con varios heridos de gravedad– acaparó los telediarios a principios de mes, abre sus puertas esta institución académica dependiente de la congregación francesa de la Asunción, un laboratorio de puertas adentro de integración, convivencia religiosa y multiculturalidad. Distribuido a modo de corrala con un gran patio central adonde asoman las aulas en una vistosa combinación de líneas geométricas, las 38 banderas de otros tantos países saludan a quien quiera asumir el reto de la directora y ver qué caldo pedagógico se cuece para más de 800 alumnos de procedencias y creencias diversas. O directamente agnósticos y ateos, que también hay en un centro que no esconde –ni quiere– su ideario católico.
“Aquí no hay discriminación de ningún tipo, ni por origen ni por religión. En nuestras aulas conviven niños y niñas de 38 nacionalidades. La Congregación de la Asunción es inclusiva, intentamos aprender de todos, buscamos los puntos de unión con quienes practican otras religiones o confesiones para desarrollar la empatía, la igualdad. Y no supone ningún problema, porque lo que tratamos es de inculcarles a todos el respeto con mayúsculas, ofreciendo lo que somos como colegio cristiano. Intentamos que compartan nuestra identidad católica pero de manera libre”, cuenta esta bióloga de formación. “Estas familias han visto algo más en el centro y de ahí de que quieran traer a sus hijos e hijas al colegio”, añade.
Algo más sí que han visto. “Nuestro colegio tiene que cumplir unas normas y leyes por ser concertado, y las cumplimos a rajatabla. Lo digo porque también se asegura que los concertados hacemos una selección del alumnado. Y un alumno que viene aquí, lo único que tiene que pagar es el material. Como en cualquier otro centro”.
Pero sí es cierto que Puente de Vallecas no es cualquier otro lugar. Allí la necesidad aprieta a muchas familias. Lo saben muy bien en el colegio. “Tenemos alumnos con necesidades de todo tipo, incluso de vivienda, y los tutores están muy concienciados para detectar y ver cómo les podemos ayudar desde el colegio. Esto es algo que tenemos muy presente. Por ejemplo, la comunidad de religiosas del colegio vive por y para el barrio y cuando detectan que hay alguna familia que tiene necesidad, todo se pone en marcha para echarles una mano, bien desde el colegio o desde Cáritas, con la que también colaboran”. Y para los niños en riesgo de exclusión y que no pueden tener un seguimiento de su familia, el colegio cuenta con la solidaridad de los antiguos alumnos, que organizan un apoyo extraescolar a esos pequeños, apunta.
“El año pasado tuvimos que adaptar el colegio para hacerlo accesible, poner rampas, ascensores, puertas que abran de una determinada manera… porque nos lo exige la ley”, añade Castiñeira. Obras que se financian a través de la Congregación, que es la que ayuda a los nueve colegios que tiene en España a afrontar esos gastos. Si no, sería imposible.
“Las familias del colegio que son sensibles a estas realidades realizan libremente una aportación voluntaria a la Congregación. En nuestro caso, dada la situación económica de nuestras familias, esta aportación la realizan, en este momento, un 25% de ellas”, apunta la directora en alusión a esas cantidades que algunas fuerzas políticas aseguran que son “un pago ilegal” y constituyen “una barrera de entrada” a estos centros.