Andrés Pajares acaba de publicar ‘Mis memorias antes de que se me olviden’ (Almuzara), un libro en el que cuenta lo que ha sido su vida, sus primeros años, los trabajos de pueblo en pueblo, los ocho años en el club El Biombo Chino, las noches del Florida Park, la muerte de su querida Maby –la madre de su primogénito–, su trabajo a las órdenes de Saura, Ozores, Berlanga o Garci, sus premios… Lo ha visto y vivido casi todo y, tras años de tormenta, ha llegado la calma a su vida. Sus memorias llegan en pleno éxito y a punto de reedición, y con un monólogo encima de la mesa.
PREGUNTA.- ¿Por qué unas memorias?
RESPUESTA.- Quería explicar quién era y saber quién soy.
P.- Y al acabar, ¿lo ha sabido?
R.- Es broma. Sé al milímetro cada momento de mi vida, pero el público no. Y el libro es para ellos. Antes de escribir, grabo todo para ver cómo suena y como ejercicio de reflexión…
P.- ¿Lo cuenta todo o siempre hay voluntad de silenciar?
R.- No lo cuento todo, claro. No se puede, básicamente por respeto, ¡y porque sería un libro larguísimo! ¿Tú sabes todo lo que he currado y todo lo que me ha pasado?
P.- Profesionalmente, omite poco. ¿Qué etapa profesional fue la más dulce?
R.- Precisamente, desde que empecé a ser profesional. Trabajaba de aficionado desde los 4 años, pero a los 16 ya fui profesional. Me tuve que examinar de todo en el desaparecido Circo Price. Desde variedades a zarzuela… Menos con leones, lo he hecho todo. No hay etapas mejores ni peores, es como los hijos: ¿a quién puedes querer más? (…)
P.- Dice que es un libro divertido. ¿Se le da mejor hacernos reír que llorar?
R.- Es más difícil hacer reír y también se gana más dinero con la risa, pero es cierto que tengo un registro dramático interesante. Tragicómico, diría. (…)
P.- Dice que cuando vienen mal dadas saca fuerzas para salir adelante como sea. ¿Es un hombre con cierta espiritualidad?
R.- Sí, lo soy. Además, tengo un secreto: creo en mi mánager, que es san Nicolás de Bari. Me regaló una estampita de él una señora que había posado para grandes como Picasso y me dijo: ‘Haz tres caminatas y lee la pequeña oración’. Lo hice y no me ha faltado trabajo nunca. (…)