Como era de esperar, la oración del ángelus presidida este mediodía por Francisco desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico del Vaticano estuvo enmarcada por la celebración del Domingo Mundial de las Misiones, cuya misa conmemorativa había presidido unos instantes antes en la basílica de San Pedro. “El Día Mundial de las Misiones, que se celebra hoy, es una buena oportunidad para que todos los bautizados tomemos más conciencia viva de la necesidad de cooperar con el anuncio del Reino de Dios a través de un compromiso renovado”, señaló.
Recordando la carta apostólica Maximum illud promulgada hace un siglo por el papa Benedicto XV, en donde se hacía un llamamiento a “mejorar evangélicamente la misión en el mundo para que pudiera ser purificada de cualquier incrustación colonial y libre del condicionamiento de las políticas expansionistas de las naciones europeas”, Bergoglio subrayó que aquel mensaje “sigue siendo relevante”.
Contra la autorreferencialidad
“Nos anima –añadió– a superar la tentación de cualquier cierre autorreferencial y cualquier forma de pesimismo pastoral para abrirnos a la alegre novedad del Evangelio”, porque “nuestro tiempo, marcado por una globalización que debería ser solidaria y respetuosa de la particularidad de los pueblos, en cambio aún sufre de homologación y de los viejos conflictos de poder que alimentan las guerras y arruinan el planeta”.
Por ello, y ante esa situación, Francisco afirmó que “los creyentes están llamados a llevar a todas partes, con nuevos ímpetu, la buena noticia de que la misericordia vence al pecado en Jesús, la esperanza vence al miedo, la fraternidad vence a la hostilidad”.
Finalmente, y como había subrayado también en su homilía con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones, insistió el Papa en que “para vivir plenamente la misión, hay una condición indispensable: la oración, una oración ferviente e incesante”, pues ella ¡es la primera fuerza del anuncio!”.
Gratitud a los misioneros
“Los misioneros –ratificó– son, en primer lugar, hombres y mujeres de oración, que nutren la fe en el vínculo constante con el Señor, para enfrentar las dificultades que conlleva la evangelización. Y al mismo tiempo, la oración es el primer apoyo del pueblo de Dios para los misioneros, lleno de afecto y gratitud por su difícil tarea de anunciar y dar la luz y la gracia del Evangelio a quienes aún no lo han recibido”.
Tras el rezo del ángelus, Bergoglio, demás de saludar a los peregrinos llegados desde Italia, pero también desde distintos rincones del mundo, se refirió a la beatificación, la víspera, del misionero italiano Alfredo Cremonesi, asesinado en Birmania en 1953, y cuyo ejemplo “nos insta a ser trabajadores valientes y misioneros valientes en todos los entornos”.