“Los hechos dolorosos y traumáticos son una imperiosa llamada para continuar creando una cultura del encuentro y la comprensión, capaz de escuchar y empatizar con los sufrimientos y malestares cotidianos de la sociedad chilena en materias laborales, de salud, seguridad ciudadana, educación, vivienda, pensiones, situación de pobreza, y los desafíos humanitarios de la inmigración, entre otros”.
Con estas palabras, los obispos de Chile han terciado en la preocupante situación que atraviesa el país tras los acontecimientos vividos desde el pasado viernes 18 de octubre, con una serie de enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden tras la subida del precio del billete de metro, que fue considerada abusiva por la población, y que sacó a los estudiantes a la calle, y que motivó que el presidente del país, Sebastián Piñera, decretase el estado de emergencia en la capital, Santiago. Los altercados de los días siguientes, que se cobraron la vida de tres personas, llevó al presidente a decretar el toque de queda.
En un comunicado hecho público por los obispos del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal, expresaron su preocupación por los acontecimientos, que calificaron de la mayor gravedad, y subrayaron que “la primera obligación de todos los que ejercemos algún tipo de liderazgo en el país es comprender el profundo malestar de personas y familias que se ven afectadas por injustas desigualdades, por decisiones arbitrarias que les afectan en su vida diaria y por prácticas cotidianas que consideran abusivas, porque lesionan especialmente a los grupos más vulnerables”.
El Comité episcopal condenó “decididamente la violencia que se ha dado en la capital del país con agresiones a personas, destrucción de bienes, saqueo de locales comerciales y la privación a cientos de miles de compatriotas de un servicio de transporte que es la base del funcionamiento de la ciudad”, pero, al mismo tiempo, señalaron que “para que esta condena sea efectiva tenemos que hacernos cargo de entender las raíces de esa violencia y trabajar con urgencia para prevenirla, detenerla y generar formas pacíficas de hacerse cargo de los conflictos”.
“Todos tenemos responsabilidad en generar una convivencia ciudadana y una amistad cívica que evite la violencia física y verbal, pero están más obligados a ella quienes han recibido la responsabilidad de conducir la sociedad”, señalan los obispos en el comunicado.
“Es urgente la participación de todos, a través de canales legítimos para procesar participativamente las demandas sociales, la búsqueda de una vida digna y un bienestar integral, poniendo a las personas en el centro de la vida del país”, señala la nota episcopal, colgada también en la web de la Conferencia Episcopal.
“Chile necesita un diálogo social centrado en las personas, en sus modos de convivir y habitar la casa de todos, y una amistad cívica fundada en el bien común, esto es, en instancias donde los actores políticos, sociales y económicos puedan prescindir de sus intereses particulares para trabajar por proyectos consensuados en que la mayoría nos reconozcamos”, apuntan los obispos.
Finalmente, piden a las comunidades y a las personas de buena voluntad “orar por la paz social y la amistad cívica en nuestro país y que el buen Dios nos ayude a abrir nuestra inteligencia y nuestra voluntad en la búsqueda de nuevos caminos de entendimiento y comprensión mutua”.