Como había sido anunciado, este domingo 20 de octubre ha sido renovado el histórico Pacto de las Catacumbas. Esta vez, con un particular acento, en consonancia con el Sínodo Panamazónico, pues se trata de un ‘Pacto de las Catacumbas por la Casa común’.
En las Catacumbas de Domitila
En las Catacumbas de Domitila, el mismo memorable lugar donde don Hélder Câmara y un grupo de padres conciliares afirmaron, hace 54 años, su firme compromiso por una Iglesia pobre y para los pobres, tuvo lugar el significativo acto, que fue presidido por el cardenal Cláudio Hummes, arzobispo emérito de São Paulo y presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM).
“Este Sínodo es fruto del Concilio Vaticano II”, recordó el cardenal Hummes durante la homilía, en la que animó a los presentes a volver la mirada sobre la Iglesia primitiva que, aunque perseguida, celebraba en las catacumbas la memoria de Jesús y se fortalecía con el testimonio de los mártires.
Hummes también acentuó que “las grandes reformas del papa Francisco nos invitan a mirar a la Iglesia primitiva” y particularmente, en este Sínodo Panamazónico, a “proclamar la palabra sin miedo en la Amazonía”, sin dejar de “creer en la fuerza de la oración y en nuestros pueblos”, para hacer realidad la Ecclesia Semper Reformanda.
Este ambiente de oración, compromiso y solidaridad con los más pobres y con la Casa Común, predominó esta mañana en las Catacumbas de Domitila, durante la Eucaristía que inició en torno de las 7 a.m., concelebrada por unos 40 obispos participantes del Sínodo –entre quienes se encontraba el cardenal Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo y vicepresidente de la REPAM–, casi medio centenar de sacerdotes, además de religiosas, religiosos, laicas y laicos que, en total, sumarían más de 200 personas, la mayoría de América Latina.
Por una Iglesia con rostro amazónico
Para el teólogo e historiador brasileño José Oscar Beozzo, con este signo “la Iglesia ha retomado el espíritu del Concilio, hemos vuelto a las fuentes, pero para enfrentar los nuevos retos que tenemos ahora”, refiriéndose expresamente a la ecología integral, la defensa de los pueblos originarios, y todo aquello que contribuya a “una Iglesia con rostro amazónico, pobre y servidora, profética y samaritana”.
A ello se refieren los 15 ítems del ‘Pacto de las Catacumbas por la Casa común’, donde se asume “el compromiso por defender la selva amazónica en pie”, reconociendo que “no somos los dueños de la madre Tierra, sino sus hijos e hijas“, y acogiendo y renovando “cada día la alianza de Dios con todo lo creado”.
De este modo, el documento firmado en las Catacumbas de Domitila –al concluir la Eucaristía–, recoge el propósito de “renovar en nuestras iglesias la opción preferencial por los pobres, especialmente por los pueblos originarios y, junto con ellos, garantizar el derecho a ser protagonistas en la sociedad y en la Iglesia”, lo cual conlleva a “abandonar en nuestras parroquias, diócesis y grupos, todo tipo de mentalidad y postura colonialista, acogiendo y valorando la diversidad cultural, étnica y lingüística en un diálogo respetuoso con todas las tradiciones espirituales”.
Contra toda forma de violencia
La denuncia profética de “todas las formas de violencia y agresión a la autonomía y a los derechos de los pueblos originarios, a su identidad, a sus territorios y sus formas de vida”, no podrá ser ajena a esta renovada Iglesia, comprometida, además, con el anuncio de “la novedad liberadora del Evangelio de Jesucristo” y abierta a “caminar ecuménicamente con otras comunidades cristianas” para hacerlo posible.
Se trata, en últimas, de “un acto de amor cósmico”, como se menciona al final del documento, que pone a la Iglesia “al lado de los que son perseguidos por su servicio profético de denuncia y reparación de injusticias, de defensa de la tierra y de los derechos de los pequeños, de acogida y apoyo a los migrantes y refugiados”.
Y sin embargo, el Pacto también conduce a una conversión personal frente a “la avalancha del consumismo”, para abrazar “un estilo de vida sobrio, sencillo y solidario con los que poco o nada tienen”.
Dos testigos del compromiso con los pobres
Dos signos fueron particularmente relevantes al concluir la celebración Eucarística y la firma del Pacto, hacia las 9 a.m., cuando el cardenal Hummes comentó que el cáliz que se utilizó en la celebración perteneció al misionero comboniano Ezequiel Ramin, quien dio su vida por la Amazonía en 1985.
Asimismo, el obispo emérito de Xingú, Erwin Kräutler, recibió de Hummes la estola que fue de don Hélder Câmara –y que el cardenal había utilizado en la Eucaristía de hoy. “Usted merece tener la estola de don Hélder”, fueron sus palabras.