Luego del Sínodo de la Amazonía, el rumbo de la Iglesia cambiará. Así lo ha afirmado Alfredo Ferro, sacerdote jesuita colombiano, coordinador del Servicio Jesuita a la Panamazonía, en entrevista concedida al Tiempo. Razones sobran, desde el interés expresado por el Papa en reiteradas oportunidades por una Iglesia con rostro amazónico hasta la necesidad de entrar en un diálogo intercultural con estos pueblos originarios.
“Ya no vamos a poder realizar los procesos de ‘evangelización’ como los estábamos desarrollando. Hay un cuestionamiento a procesos de imposición o de colonialismo y por ello hablamos hoy en la necesidad imperiosa de entrar en un diálogo intercultural en un territorio donde existen gran diversidad de culturas”, ha señalado el sacerdote.
También ha esgrimido una serie de argumentos por los cuales debe ser ‘justo y necesario’ este inminente cambio de rumbo. “Nos hemos propuesto dinamizar una Iglesia ministerial, eso quiere decir una Iglesia servidora que se preocupa por las condiciones de las poblaciones existentes en la Amazonia” y además tener una Iglesia “más articulada, rompiendo fronteras nacionales, regionales o de iglesias locales”
En este sentido ha destacado que “se buscará realizar acciones conjuntas que incidan en la realidad de los pueblos amazónicos y, particularmente, en las políticas públicas o de las grandes empresas que atentan contra el territorio y las poblaciones que viven allí”.
El presbítero ha resaltado la sensibilidad de Francisco respecto al tema y su claridad pastoral sobre la misión eclesial en la Amazonía, por ello “nos ha llamado a ser una Iglesia profética samaritana que es capaz de comprometerse a curar las heridas que sufre el territorio y los pueblos que habitan en él, por ello hablamos de escuchar los gritos de la tierra y de los pobres” y frente las amenazas “hay que reaccionar, pues la Iglesia como principio defiende la vida y esa vida corre peligro”.
Con la apertura del Sínodo el Sumo Pontífice invitó a tener parresía. “Traducido en lenguaje popular colombiano, es que tengamos berraquera, coraje y no nos dejemos acorralar, aplastar o a aminorar ante todos los desafíos que nos plantea una realidad compleja donde la vida está en peligro”, ha dicho Ferro.
El sacerdote colombiano que lleva años de ministerio en la triple frontera al sur de Colombia admite que estos cambios serán lentos, por lo cual será “necesario asimilarlos y tomar las medidas adecuadas para hacerlos efectivos de manera responsable”.
Uno de esos primeros desafíos será romper con esa Iglesia clerical, piramidal, autorreferencial, que “sea capaz de vivir un profundo respeto por las tradiciones, las culturas, las lógicas, los ritos, los símbolos o las expresiones propias de culturas milenarias”.
Asimismo se avecinan cambios en la concepción del ministerio sacerdotal –pese a la resistencia de sectores ultraconservadores– como es el caso de abrir puertas a “la ordenación de mujeres como diaconisas, de hombres casados, probados, virtuosos, señalados y elegidos por sus comunidades, como sacerdotes, confirmados por sus obispos, con una buena formación y que “puedan acompañar y dinamizar sus propias comunidades”. Todo esto “no quiere decir que serán sacerdotes de segunda categoría o que se cuestione el celibato como un don para la Iglesia”, aclara.
Para Ferro será importante revisar “si la forma como nos organizamos o nos estructuramos es la mejor para responder a los grandes desafíos que tiene la Iglesia en esta amplia región”. De esto se desprenden cuestionamientos sobre los servicios que prestan los sacerdotes, religiosos y religiosas, los laicos “para pasar de una pastoral de visita a una pastoral de presencia”.
Estos planteamientos exigen “nuevos retos en las funciones ministeriales, para garantizar a las comunidades, en la selva o en las riberas de los ríos amazónicos, un acompañamiento más permanente y la celebración de la eucaristía”.
“Como dice el Instrumento laboris o instrumento de trabajo de este encuentro, requerimos de varias conversiones, la pastoral (nuevas prácticas de una Iglesia de salida), la ecológica (en la línea de la encíclica Laudato si’ y una ecología integral) y la sinodal (caminar juntos)”, concluye.
Foto: Servicio Jesuita a la Panamazonía