Hace 7 días, estudiantes evadían el pago del Metro protestando por el anuncio del alza en su valor. Torpes respuestas del gobierno exaltaron sus ánimos, y lo que empezó en una estación se extendió a otras. Pronto, la fuerza de la rebelión lograba detener los trenes del Metro con cientos de estudiantes sentados en los bordes de los andenes. Se sumaron otras organizaciones. La protesta se masificó en Santiago y pronto pasó a regiones.
En una semana, hay 11 de 16 regiones con estado de emergencia, 7 de ellas con toque de queda. Más de 10 mil militares en las calles. El Instituto Nacional de Derechos Humanos informa de 1.333 detenidos, de ellos, 555 en Santiago y 37 heridos por armas de fuego. Se reportan 11 muertos, principalmente en incendios producidos por saqueos. Muchos manifestantes desafían el toque de queda, otros se organizan para defender el comercio, impidiendo los saqueos.
Se inició la semana con enorme cantidad de comercios, sucursales bancarias, colegios y universidades, cerrados. Continúan los ‘caceroleos’ y las marchas masivas por las calles de las principales ciudades.
El presidente Sebastián Piñera habló al país la noche del Domingo señalando que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso”, eludiendo abordar las causas de la crisis. Causas que han sido señaladas en declaraciones del Comité Permanente del Episcopado y de varias congregaciones religiosas.
Es el caso de los Vicentinos quienes rechazan tanto la violencia como “la respuesta simplista de que lo que está sucediendo es sólo obra de exaltados y delincuentes, desconociendo las causas profundas de este estallido social”. Y agregan: “Porque violencia no son solo las manifestaciones y la destrucción de estos días. También es violencia todo aquello que sufren los pobres e incluso las capas medias de la sociedad”, señalando además que “violencia es la desigualdad en el acceso a la educación, la salud y a otros bienes esenciales. Violencia es la concentración de la riqueza en pocas manos y sus privilegios. Violencia es también la represión violenta de manifestaciones pacíficas y el trato denigrante o displicente hacia los más humildes o a quienes tienen una opinión distinta”.
Por ello, concluyen solidarizando “con todos aquellos que se cansaron de recibir siempre malas noticias, los que siguen recibiendo salarios miserables, mientras los precios se incrementan una y otra vez, los que se sienten abusados y estafados. Solidarizamos con quienes se levantan para exigir sus derechos. Solidarizamos y nos unimos al clamor de los más pobres y de aquellos sectores medios cada vez más empobrecidos”.
Por su parte, el provincial de la Compañía de Jesús, Gabriel Roblero, sj. expresa que “nuestra sociedad chilena ha llegado a un punto máximo de cansancio. Es urgente dar respuesta al clamor de los más necesitados que está saliendo a la luz. Sin justificar la violencia, que no conduce a soluciones, estamos recibiendo la voz de una ciudadanía cansada, que se siente desprotegida, emocionalmente sin rumbo”, se pregunta Roblero.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó un informe en 2017 sobre la desigualdad en Chile donde expresa que “la desigualdad es parte de la historia de Chile y uno de sus principales desafíos a la hora de pensar su futuro” e indica, como ejemplo, la concentración de la riqueza: el 1% de la población acumula el 25% de la riqueza generada en el país.
Este es un tema reiterado en muchas organizaciones de trabajo social y ha sido abordado varias veces en documentos de la Conferencia Episcopal. La desigualdad es una de las raíces que se apuntan a esta crisis, haciendo más complejo el camino para su solución.
En este horizonte, la Comunidad de Organizaciones Solidarias, que agrupa unas 120 instituciones, convocó a otras hasta llegar a más de 300 para “definir cómo ponemos a disposición de este conflicto, nuestra capacidad articuladora y de presencia en todo el país, y nuestra experiencia en dialogar, trabajar con la gente”.
En la ‘Carta abierta de la sociedad civil: hacia un nuevo pacto social’ expresan que “Chile reclama un nuevo acuerdo social. La actual crisis de nuestra democracia ha sido gatillada por un modelo que logra generar riqueza, pero que distribuye inequitativamente sus frutos”. Agregan que “esta es la crisis social y política más relevante desde la vuelta a la democracia”. Frente a ella, “estamos convencidos de que los interlocutores de siempre hoy son totalmente insuficientes y por ello abrimos las puertas de nuestras organizaciones para un diálogo democrático que logre poner los dolores de Chile al centro de la discusión pública”.
Este diálogo ¿podrá aminorar la furia popular?