“Los bosques desaparecen porque el mundo rico quiere comer carne”. Esta ha sido la denuncia, hecha durante la sesión informativa de hoy, 22 de octubre, en la Sala de Prensa de la Santa Sede por Karel Martinus Choennie, obispo de Paramaribo, en Surinam. Del mismo modo, el prelado ha criticado la “vida lujosa en Occidente”, que ha llegado a poner en riesgo la Amazonía, un área crucial para la supervivencia del planeta.
“Esta economía mata: es injusta, porque la riqueza va solo a Occidente y la pobreza se queda con nosotros. Necesitamos un nuevo tipo de economía basada en la solidaridad”, ha recalcado, apuntando, además, que “hay un estancamiento a nivel político y no hay creatividad, en el ámbito económico, para cambiar los estilos de vida”.
“La Iglesia y todos nosotros tenemos la obligación de educar para considerar seriamente el cambio climático y los problemas ecológicos”, continuó Choennie, subrayando que “si aumenta el calentamiento global, la Amazonía desaparecerá”. “El cambio climático nos afecta a todos”, apostilló el obispo, haciendo hincapié en la “correlación entre el calentamiento global del planeta y la incidencia de huracanes en el Caribe”.
Por su parte, el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el peruano Miguel Cabrejos, ha apuntado que “lo que pasa en la Amazonía va a pasar en todo el planeta”, algo que “está comprobado desde el punto de vista científico”. Del mismo modo, recordando a san Francisco de Asís, apuntó que “ya en la Edad Media decía hermana Madre Tierra, y hoy hay gente que se escandaliza por esto”.
Asimismo, Cabrejos ha señalado que uno de los ejes fundamentales de este Sínodo es “la reflexión sobre la dignidad de la persona humana”, por lo que no se trata de algo novedoso. Lo que es “audaz” es que ahora “se quiera hacer reflexionar sobre temas que son realmente existenciales”.
En la sesión también ha participado Judite da Rocha, coordinadora del movimiento de las víctimas de las presas hidroeléctricas, de las cuales ha asegurado que “no producen energía limpia”. “Enfermedad mental, depresión, suicidio” son solo de las consecuencias que sufren las poblaciones amazónicas por la construcción de estas centrales, que destruyen poblados enteros.
“Causan destrucción a la vida de las poblaciones locales: contaminan los ríos, amenazan la biodiversidad y toda la naturaleza”, ha asegurado da Rocha. “Matan la vida de las personas que viven en esos territorios. Antes de la creación de una presa había una cultura indígena, después de la construcción de la presa la población ya no existe. No recibimos ayuda, no se nos compensa de ninguna manera”, ha subrayado.