El economista Santiago Álvarez Cantalapiedra acaba de publicar ‘La gran encrucijada. Crisis ecosocial y cambio de paradigma’ (Ediciones HOAC). Director FUHEM Ecosocial, el autor plantea una alternativa a los modelos económicos deshumanizadores. La obra se presenta este miércoles, 23 de octubre, a las 19:oo h. en la sede de la HOAC en la calle Alfonso XI, 4 de Madrid.
PREGUNTA- Cómo economista, si nos encontramos en unos tiempos inciertos donde el futuro está abierto, ¿qué nos queda esperar en esta encrucijada?
RESPUESTA- Ante una encrucijada lo que cabe esperar es que acertemos en la elección del camino adecuado, que no nos metamos en un callejón sin salida o en una vía que no conduce a nada bueno. A lo largo del libro defiendo que nos encontramos ante un orden social emergente que aún está por decantarse, de ahí la utilidad de pensar el momento actual como una encrucijada.
La Gran Recesión del año 2008 representa el inicio del fin del orden neoliberal. Recordemos que al comienzo de esa crisis Sarkozy defendió la necesidad de refundar el capitalismo y que por entonces era un lugar común hablar del regreso de Keynes y de la suspensión temporal de las reglas del mercado. Ciertamente la salida de la crisis se ha realizado por la senda de unos recortes y unos ajustes muy del agrado de los neoliberales, pero no hay que olvidar también la cantidad de medidas poco ortodoxas que en el campo de la política económica se han llevado a cabo. Se ha empezado a practicar el nacionalismo económico y en el plano internacional observamos repuntes proteccionistas y guerras comerciales, tecnológicas y de divisas impensables en la fase de la globalización neoliberal. En el plano social, los cambios están siendo enormes: asistimos a un adelgazamiento radical de la clase media; el “ascensor social” ya sólo funciona hacia abajo; las clases populares (empleados y obreros) no pueden garantizar a sus hijos un futuro mejor al imponerse la precarización y retornar la pobreza al mundo del trabajo. En este contexto de fractura social, el sistema de representación político tradicional también entra en quiebra de la mano de populismos nacionalistas de uno u otro signo. La derecha más activa en Europa no es una derecha liberal sino la que viene cargada de valores conservadores e ideas xenófobas combinadas con altas dosis de resentimiento hacia las elites urbanas y cosmopolitas. Sin embargo, mientras crece el merecido cuestionamiento a la globalización y al credo liberal, el poder financiero y tecnológico queda en la sombra y adquiere nuevos vuelos, con unos impactos sociales y ambientales difíciles de desdeñar.
El capitalismo digital y financiarizado toma el relevo y se convierte en el principal protagonista de este orden emergente. El reto que tenemos planteado ahora es el de evitar pasar de un orden neoliberal (tan catastrófico en lo social y ambiental) a otro que emerge de la mano de las tecnologías digitales y las finanzas y que no parece mucho mejor para las mayorías sociales y la preservación del medioambiente. Aún nada está decidido, está a nuestro alcance elegir otro camino, la historia la hacemos los seres humanos, aunque -como decía Marx- sea en unas circunstancias no elegidas. Ciertamente, las circunstancias actuales son muy duras y proporcionan poco tiempo y margen de acción.
P.- Para usted, la crisis ecosocial es “la crisis de las muchas crisis”, ¿cómo se lo diría a alguien que cree que el interés por el medio ambiente es una moda pasajera?
R.- Como ha señalado el papa Francisco no existen dos crisis separadas, una social y otra ecológica, sino una única e inseparable crisis ecosocial. No debemos contemplar la crisis ecosocial como una yuxtaposición de crisis. Más que una suma es una interrelación, el resultado de una dialéctica entre ambas. La “cuestión ecológica” se entremezcla inmediatamente con la “cuestión social” en un sentido básico y radical. Además, el deterioro ecológico y el deterioro social comparten las mismas causas. Por eso ambas cuestiones, tanto la social como la ecológica, no pueden ser contempladas como una simple moda pasajera. Ambos procesos son el resultado de la civilización industrial capitalista, que ha redefinido profundamente las relaciones sociales y el régimen de intercambios que establece la sociedad con el medio natural a partir de la apropiación depredatoria, es decir, a través de la explotación del trabajo humano y los ecosistemas. No se trata de nada coyuntural al ser una realidad estructural.
Con esta connotación de crisis estructural con ribetes civilizatorios, la crisis ecosocial aparece como la “crisis de las muchas crisis”, pues presenta el carácter de una crisis multidimensional (es ecológica, económica y política y afecta a los planos biofísico, productivo y reproductivo) y multiescalar (se manifiesta desde local hasta lo global).
P.- En el libro aboga por un cambio de paradigma urgente agotado el modelo neoliberal, ¿Cuáles son los ingredientes esenciales que plantea?
R.- La causa del deterioro ecológico y social se encuentra en el modo de producción y consumo que sostiene el paradigma de la modernización capitalista, exclusivamente orientado por la racionalidad instrumental y la mentalidad materialista y tecnocrática, con una fe ciega en el mercado y la tecnología, obsesionado por dominar la naturaleza y por el crecimiento y la acumulación de la riqueza y el poder. El neoliberalismo llevó estos rasgos al extremo. En este sentido hablo de paradigma, y es un paradigma mortalmente peligroso.
Los tiempos reclaman abandonar viejos paradigmas y adoptar otros nuevos. Las categorías, conceptos, valores y maneras de razonar hoy vigentes nos impiden darnos cuenta de lo que pasa y encontrar el camino adecuado. Para construir este nuevo paradigma necesitamos mucha sabiduría. No nos basta con la información y el conocimiento. La sabiduría remite a la facultad de las personas para actuar con sensatez, prudencia o acierto. Podemos atesorar mucho conocimiento, saber mucha física atómica y mucha genética y actuar irresponsablemente. Por supuesto que conocer cómo funciona la sociedad, la vida o el mundo físico ayuda a proceder con prudencia, sensatez y acierto, pero el mero hecho de conocerlas no parece suficiente para convertirnos en sujetos responsables. La verdad es que las formas de vida actuales, aunque basadas muchas de ellas en el conocimiento científico, no parecen demasiado sabias.
A la luz de la crisis ecosocial que hemos provocado, la sabiduría es lo más necesario para responder a la pregunta de cuánto es bastante para vivir de forma justa y sostenible sobre este planeta. Gandhi, con su enorme sabiduría, puso las cosas en su sitio al afirmar que «el mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para la avaricia de unos pocos», y señaló el camino al exhortarnos a «vivir sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir». Necesitamos un paradigma que vuelva a poner las cosas en su sitio, capaz de armonizar el conocimiento y la sabiduría desde la plena consciencia de que todas las capacidades adquiridas por el desarrollo actual de las fuerzas productivas comprometen nuestra existencia en la medida en que se transforman bajo el capitalismo en fuerzas que destruyen los fundamentos naturales de la vida humana sobre el planeta.
En este sentido, el orden de la sabiduría es diferente al del conocimiento. Creo que hay mucha sabiduría en la experiencia de nuestros mayores, en las culturas campesinas, en los saberes ancestrales de los pueblos indígenas, en las religiones, en la filosofía, la literatura o las artes en general. Para los tiempos que corren, la sabiduría tiene que ver principalmente con todo aquello que contribuye a educar al deseo, orientándolo y poniéndole límites. El capitalismo, anclado en la explotación del deseo, nos hace necios, hasta el punto de confundir valor y precio (Machado) o conocer el precio de todo y el valor de nada (Oscar Wilde).
P.- La HOAC acoge esta publicación, ¿tiene la Iglesia algo más que su voz para poner en marcha el cambio?
R.- Tiene a todas las personas que siguen a Jesús, que no es poco.