Luis Argüello cree que a los católicos españoles de hoy aún “nos cuesta salir del nacional-catolicismo”

  • El secretario de la CEE apunta que este proviene de la monarquía hispánica, con un peso de cinco siglos
  • A su juicio, esa cercanía con el poder político conlleva una “inercia” que debilita “el encuentro con el Señor”

Luis Arguello, secretario general de la CEE

En una entrevista con Páginas Digital, el secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, destaca que, aunque la inercia histórica hace que el catolicismo siga siendo un elemento muy presente en nuestra sociedad occidental, el encuentro con el Señor”se ha dejado un poco atrás el cultivo de la experiencia del encuentro vivo con quien es la fuente de valores y obras”.

Algo que, para el obispo auxiliar de Valladolid, tiene una explicación histórica: “Las guerras de religión en Europa, que marcaron el tiempo moderno, llevaron a (valga la expresión) meter a Jesucristo en el armario y vivir de las consecuencias. Eso también se hizo con reflexiones teóricas. Kant elabora una moral autónoma del acontecimiento cristiano. Y en la filosofía se hace una construcción no tanto desde los hechos, de la realidad, sino de las interpretaciones, de las aproximaciones, de las apariencias”.

Más lejos del manantial

“Todo eso se conjuga –añade Argüello– y hace que ahora digamos que vivimos una crisis de valores. El manantial del que han podido brotar los valores, que no se han hecho virtudes, nos pilla más lejos”.

En España, esa evolución histórica tiene un eco muy claro… “La inercia de la que vivimos hace que muchos de nuestros debates sean sobre cuestiones morales desgajadas de su fundamento y se conviertan en debates moralistas en la mayor parte de los casos. Son debates que vienen también provocados por cómo nos mira la sociedad. Porque la sociedad, de alguna forma, nos sigue mirando desde el punto de vista cultural como una referencia de valores y, desde el punto de vista político, en una clave de nacional-catolicismo”.

Propuesta de vida

A los propios católicos españoles, consagrados y laicos, “nos cuesta salir de ahí, poner la confianza en la gracia y no en el poder, que eso es lo que creo que significa salir del nacional-catolicismo, y fundamentar nuestra propia propuesta de vida, de vida buena, en el encuentro con el Señor”.

Mirando mucho más allá del franquismo (concretamente, cinco siglos atrás), el prelado destaca que el nacional-catolicismo tiene sus raíces en la propia “monarquía hispánica”. Una tradición que ha dejado “aspectos valiosos a la hora de traducir, de encarnar los propios valores cristianos en determinado tipo de categorías culturales, tanto en la educación como en la sanidad o en las obras de arte, en el patrimonio”.

Realidad menos vivencial

Pero también ha conllevado una realidad menos vivencial: “No cabe duda también de que si, por una parte, afirmas con mucha fuerza una comprensión de la naturaleza y, por otra, afirmas con mucha fuerza la importancia del poder, para dar forma a la naturaleza según un modelo evangélico, hete aquí que el papel de la gracia pasa a un segundo plano o se vuelve una expresión devocional”. De ahí que sea necesaria “una experiencia personal de encuentro con la gracia, porque el ‘ex opere operato’ de la gracia sacramental ya no sirve a un hombre que se ha puesto de pie y se cree autónomo”.

“Que la gracia entre en diálogo con la libertad –abunda Argüello– supone un ejercicio paciente de escucha y de testimonio en la respuesta a aquello que se escucha. Y a veces tenemos prisa. La buenísima noticia de que el Concilio Vaticano II dijera que la propuesta cristiana es una propuesta hecha a la libertad del hombre tiene que ver precisamente con que el hombre moderno se ha podido poner de pie. El coloquio entre naturaleza y gracia es algo que pertenece a la entraña misma del cristianismo”.

Gracia y libertad

Sin embargo, en nuestro tiempo ha cambiado el paradigma (“ahora la naturaleza se descifra como libertad”), siendo su principal consecuencia que “el coloquio es entre la libertad y la gracia”. Con el fin de que este diálogo sea real, individual y comunitariamente, como Pueblo de Dios, cada cristiano ha de “hacer transparente con mayor fuerza la gracia para que busque el coloquio con la libertad”. Eso llevaría a “hablar de corazón a corazón”, pero, a su juicio, esa es una actitud que hoy “se censura”.

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