Pertenezco a un pueblo indígena originario que se encuentra en Pastaza, en la Amazonía de Ecuador, su nombre es Sarayaku, que en español significa ‘río de maíz’”. Así se identifica Patricia Gualinga, una de las voces indígenas más representativas del Sínodo Panamazónico. Hija de catequistas, con sus cinco hermanos ha encarado desde joven la defensa de sus territorios ancestrales. La Corte Internacional de Derechos Humanos le ha dado la razón en la batalla que ha librado contra las empresas petroleras.
PREGUNTA.- ¿Qué le motiva a entregar su vida por la Amazonía y por su pueblo?
RESPUESTA.- No me gustan las injusticias ni las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas. Lucho fervientemente por la defensa de la Amazonía, porque considero que es vital no solo para nuestros derechos, sino para los derechos de todo ser humano en el planeta. A partir de 2002, cuando el territorio Sarayaku fue concesionado a las petroleras y comenzaron las agresiones contra mi pueblo, mi compromiso ha ido creciendo, pues ninguna de estas situaciones me es ajena. Es mi pueblo. Allí nací, crecí; allí están mis padres, mis hermanos y mi familia.
P.- ¿Había imaginado participar en un Sínodo?
R.- Ni en el mejor de mis sueños. Es como un milagro.
No pudo llegar a tiempo
P.- ¿Cómo ha sido la experiencia de compartir el aula sinodal con el Papa?
R.- No pude estar al inicio debido a las protestas que había en mi país y que no me permitieron viajar. Cuando llegué, el Papa me dio una cálida bienvenida y me dijo que estaba preocupado por Ecuador, que estaba acompañando lo que estaba sucediendo y rezaba por mi país. Y me dijo que había visto una escena donde unos indígenas detienen a los de seguridad, “pero no les maltrataron, lo que hicieron fue quitarles sus armas para que no les agredieran. Eso es un símbolo de que no querían violencia”, me comentó.
P.- ¿Qué espera que suceda después del Sínodo?
R.- Que haya un compromiso formal de la Iglesia para proteger la naturaleza. No es una cuestión política, es una cuestión de vida para el planeta y las futuras generaciones. Espero que no haya pretextos para un compromiso profundo.