Los obispos catalanes saben que están en el punto de mira. De independentistas y de constitucionalistas. Unos y otros les reclaman un mayor compromiso con su causa. Unos les acusan de ser demasiado suaves. Lo otros, de equiparar Cataluña y España.
Lo cierto es que los partidarios de la secesión llegaron a organizar en estos días sentadas frente a la Sagrada Familia que obligaron a su cierre y presiones al abad de Montserrat para emitir un comunicado que fuese más lejos que el de la Conferencia Episcopal Tarraconense tras la sentencia del Tribunal Supremo a los presos independentistas, hecha pública el pasado 14 de octubre.
Por eso, prefieren guardar silencio y remitirse a una nota en la que reclamaban “la vía de la misercordia” como única salida a la actual crisis. “Se trata de un documento consensuado para respetar la sentencia judicial y, a la vez proponer un diálogo”, explican desde la Tarraconense, que descartan por el momento ejercer de mediadores ante la clase política, al menos hasta que “se enfríen unos ánimos, que todavía están muy caldeados, porque así es complicado proponer una solución”. Pasadas, al menos de momento, las jornadas más virulentas de protestas que llevaron el caos a Barcelona y a otras ciudades catalanas, la situación es de “calma expectante y preocupación entre los obispos”, según señalan otras fuentes a Vida Nueva.
Mantener la unidad de acción episcopal
Así lo viven los ocho prelados que el pasado sábado 19 de octubre participaron en el Tren Misionero de Cristianos Sin Fronteras y que, por primera vez, se organizaba en Cataluña. Desde Monserrat, en conversación informal, los obispos se reafirmaron en la nota publicada en su llamamiento a asfaltar “un serio camino de diálogo entre los gobiernos español y catalán que permita ir encontrando una solución política adecuada”.
Y aunque esa unidad de acción episcopal se mantiene intacta al menos en lo formal, la evolución de los acontecimientos en los últimos días sigue preocupando a los pastores, tanto que en ámbitos episcopales se estima que la cuestión “ya no es invitar a las partes a dialogar, sino empezar a dialogar pero para lograr un consenso, porque las posturas están muy enfrentadas”.
Otro factor que preocupa a los obispos catalanes, a la vista de las protestas, es el gran protagonismo que en las misma tienen los jóvenes. Muchos de ellos no dudaron en secundar una movilización para protagonizar el viernes 18 de octubre una sentada frente a la basílica de la Sagrada Familia. “No se trataba tanto de una protesta o forma de presión contra la Iglesia catalana cuanto como la de tener una imagen que diera la vuelta al mundo y en las que se mostrase que, pacíficamente, podía sentarse ante un monumento reconocible en todo el planeta. De hecho, en cuanto se cerraron los accesos, se desmovilizaron y se fueron a otro lugar. Ya tenían la foto”, explican las fuentes. “En cualquier caso, estos brotes no justifican que se hable de los catalanes como una sociedad violenta”, subrayan.