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Manos Unidas pone la lupa en la Amazonía: “Para muchas empresas es más barato corromper que actuar legalmente”





Dos días después de ser clausurado en Roma, muchos de los participantes en el Sínodo para la Amazonía (7-27 de octubre) tratan de encarnarlo más allá de los muros vaticanos, antes de regresar a casa. Es lo que ocurrirá mañana, en Madrid, en el coloquio ‘Sínodo para la Amazonía: ¿profecía o herejía?’, organizado por Vida Nueva y Entreculturas, y es lo que ha sucedido esta mañana, martes 29 de octubre, también en la capital, con una mesa redonda de Manos Unidas bautizada ‘Amazonía: la vida amenazada’.

Moderado por Carlos García Paret, miembro de la Coordinadora de ONG de Cooperación para el Desarrollo (CONGDE), han participado en el coloquio Pedro Sánchez, responsable de Comunicación de la Red Iglesias y Minería, de la REPAM; la religiosa peruana Lucero Guillén, representante de la Pastoral de la Tierra de Yurimaguas; y el religioso colombiano Alberto Franco, miembro de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz.

No ocurre como en la Antártida

García Paret ha comenzado apuntando que “la Amazonía es el corazón biológico”, viviendo en ella 40.000 especies animales y concentrando el 20% del agua dulce no congelada del mundo. Sin embargo, nos encontramos con que en ella “la vida está amenazada”, sufriendo especialmente esta situación “las comunidades indígenas, que son los guardianes de la selva”. Algo, por cierto, que “no ocurre en la Antártida”, otro de los grandes pulmones del mundo, aunque en ella “hay un tratado internacional que la protege”.

El representante de CONGDE ha lamentado que “la deforestación alcanza ya en la región el 17%. Estamos cerca del punto de no retorno y colapso, que estaría entre el 20 y el 25%”. También ha denunciado “el agrofascismo que hoy encarna Bolsonaro, que lo primero que hizo al llegar al poder fue abolir los ministerios de Trabajo, Cultura y Medio Ambiente”.

Los delfines rosados

Pedro Sánchez, que ha centrado su ponencia en ofrecer “una perspectiva regional y sus problemas comunes”, enfatizando el trabajo en red, ha puesto el ejemplo de los delfines rosados, “una especie única en el río Amazonas y que todos conocemos porque siguen alegres las embarcaciones, interactuando con la gente. Hoy sufren un claro riesgo de extinción, estando casi el 100% de ellos contaminados por el mercurio que se produce al mover las tierras por la minería. Cada día, la búsqueda del oro provoca que más de 40 toneladas de mercurio acaben en el río“. Así, ha puesto un ejemplo que ha impactado a todos: “Un anillo de boda de oro genera hasta 20 toneladas de residuos… Y eso sin entrar a valorar la minería ilegal, que también utiliza el cianuro”.

Por ello, ha llamado a seguir la llamada del papa Francisco “a la conversión ecológica”. Lo que implica ir más allá de las palabras y adoptar acciones concretas: “Entidades de Iglesia invierten en bolsa en empresas dedicadas a la minería y el petróleo. Como les dijo la indígena Patricia Gualinga a los padres sinodales, dejándolos a todos en silencio, ¡desinviertan ya en estos proyectos de muerte!“. Algo que, se ha congratulado, han hecho ya comunidades cristianas como la Iglesia anglicana o la Conferencia Episcopal de Austria.

Una dura realidad

El responsable de la Red Iglesias y Minería ha ofrecido detalles muy dolorosos sobre cómo las comunidades indígenas viven en un claro riesgo: “La minería a cielo a abierto lo destruye todo, pues los residuos tóxicos que genera no conocen límites. En enero, en el municipio brasileño de Brumadinho, una presa se rompió y arrasó todo, incluidas 272 personas…, que fueron asesinadas, no encontrándose aún hoy más de una veintena de cuerpos“.

“En otras comunidades –ha proseguido–, poblaciones enteras tienen plomo en la sangre. Hay sitios en los que el 99% de los niños de menos de seis años sufren esta contaminación”. Aquí, se ha acordado de “don Ireneo, un hombre que vivía frente a la segunda mayor mina de la región. Había perdido la vista de un ojo y tenía tres tipos de cáncer. Solo pedía ‘socorro’ a Europa, a Estados Unidos…”.

Cambiar el foco

Por su parte, Alberto Franco ha puesto de relieve la relación que se da en Colombia “entre conflicto armado, extractivismo y medioambiente”. “Todo está conectado –ha asegurado–. El mundo es un solo y, o lo salvamos entre todos, o lo matamos entre todos”. De ahí su mensaje a la población europea: “Dejad de consumir oro y reducid el consumo de petróleo. Y es que, donde se padece violencia, siempre hay detrás un interés económico”. Así, ha denunciado, “el problema es que, para muchas empresas, es más barato corromper y amenazar que actuar legalmente”.

En el caso de Colombia, “durante décadas han prevalecido intereses económicos, políticos y religiosos… En un tiempo, en todo el mundo se hacía ver que nuestro gran problema era Pablo Escobar y el narcotráfico. Luego, todo lo ocupaba la guerrilla. Hoy, la polémica la centra la supuesta difusión de la ideología de género, haciendo ver que todo el mundo es homosexual. En el fondo, nos quieren hacer mirar para un lado y que no descubramos el fondo, que no es otro que nos han robado el país“.

Siete millones de desplazados

Así, el religioso ha señalado “la contrarreforma agraria, por la que ha llegado a haber hasta siete millones de desplazados; personas a las que les quitaron ocho millones de hectáreas… ¿Y quién se las quedó? Muchas de ellas están en manos de políticos”. Esta y no otra es, para Franco, la verdad de Colombia. “Por eso –ha concluido–, muchos no quieren la paz, porque, entonces, el foco cambiaría y se pondría aquí. Porque, como decía al principio, todo está conectado… Y los responsables últimos de lo que pasa en Colombia también pueden estar aquí”.

Lucero Guillén ha ilustrado cómo es en Perú la defensa del territorio por parte de los pueblos indígenas frente a grandes proyectos extractivos: “Hay muchos proyectos que se superponen a las comunidades locales, muchas de ellas indígenas: mineros, petroleros, de carreteras e hidrovías, de producción de aceite de palma… Estamos ante algo planificado desde Lima y que afecta a la vida de muchas personas, que viven en la incertidumbre constante“.

Hay leyes, pero no se cumplen

Como ha lamentado la religiosa, “si bien hay leyes que en teoría protegen a estas personas, la realidad es que no se aplican”. Y todo porque la propia Administración fomenta artimañas para frenarlos: “Primero, se concede un proyecto, y luego ya, en teoría, se ha de consultar a una comunidad sobre si lo quiere o no. Pero la realidad es que esto tarda años y ‘no se encuentran’ los planos en los que se asientan las comunidades, por lo que a estas les es muy difícil demostrar su titularidad en la zona. Conozco de cerca 13 recursos de comunidades que llevan paralizados desde 2012…“.

Otras veces, cuando ganan el caso y han de llegar indemnizaciones, “estas van para el municipio y no para los afectados, siendo esta también otra de nuestras grandes luchas”.

A la medida de los ricos

La hermana Lucero ha concluido con esta contundente pregunta: “¿Este desastre es desarrollo?”. Y se ha respondido con la misma claridad: “Todo está hecho a la medida de los ricos y no de los pobres”.

Los tres ponentes son representantes de organizaciones sociales y eclesiales con las que Manos Unidas trabaja en la Amazonía, donde la entidad eclesial lleva más de cuatro décadas “promoviendo proyectos para el fortalecimiento de las comunidades indígenas y la defensa de sus derechos humanos y medios de vida”.

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