África

Misioneros extraordinarios en lo ordinario: Juan González Núñez, ¡Etiopía es mi misión!





El pasado 27 de junio, una vez concluido el año escolar en el Postulantado de los Misioneros Combonianos en Adís Abeba, el padre Juan González Núñez dio por terminado allí su período como formador y profesor. Han sido cinco años “muy enriquecedores, especialmente en la enseñanza de la teología”, en los que asegura haber aprendido mucho de unos alumnos por los que se ha sentido “apreciado” y que han hecho su labor “más sencilla y gratificante”, admite este comboniano gallego (Chandrexa de Queixa, Ourense, 1944) que se ha pasado gran parte de su vida misionera en Etiopía.

Ordenado sacerdote en 1968, el padre Juan soñaba con “salvar almas para Dios”, aunque debió moderar su “impaciencia” por ser enviado a “las selvas africanas”. Hasta que, tras licenciarse en Teología Dogmática por la Facultad de Teología de Granada (1973-1975), llegó por primera vez a Etiopía en enero de 1976. Y allí permaneció 13 años, la mitad de ellos en la misión de Dilla, al sur. “Me siento en mi sitio –escribió entonces–, no tengo otra meta ni otra ambición que madurar y envejecer bajo este sol de Dilla, lo mismo que veo madurar las papayas”.

De Dilla a Adís Abeba

Sin embargo, apenas cuatro años después, el misionero comboniano protagonizaría un inesperado “salto mortal”, cuando fue enviado por sus superiores a poner en marcha el seminario mayor interdiocesano en Adís Abeba, lo que significaba “entrar de lleno” en la cultura y la religión (de rito etíope) de un país distinto a cualquier otro. Era el único extranjero allí, pero decidió adentrarse en tal aventura (1982-1988) con el “corazón entero”, recuperando el medio corazón que se había dejado en Dilla.

Durante aquellos años, enseñó en el Centro de Estudios de Filosofía y Teología de la capital y fue rector de un seminario que arrancó con cuatro seminaristas y llegó a tener 33. Junto a algunos de ellos, precisamente, estuvo en los campos de refugiados de la provincia norteña de Wolo, coincidiendo con la hambruna que asoló el país (1984-85). “Nunca me había visto ni me vería envuelto tan de cerca en un sufrimiento colectivo tan extremo y lacerante”, recuerda el padre Juan. Fruto de aquella sobrecogedora experiencia, nacería su libro ‘Etiopía: treinta y ocho días en el corazón del hambre’.

Director de ‘Mundo Negro’ y provincial

Sería el primero de varios títulos y numerosos artículos sobre el país, y, sin pretenderlo, el trampolín para su vuelta a España como director de la revista ‘Mundo Negro’ (1988-1993). Un encargo que le ayudó a conocer mejor el continente africano, pero que solo duró un cuatrienio, pues fue elegido superior provincial de su congregación (1993-1997) y, más tarde, asistente general. Permanecería en Roma seis años prestando este servicio, lo que le permitió radiografiar el panorama misionero de la Iglesia gracias a los frecuentes viajes que realizó a los lugares donde los Misioneros Combonianos están presentes.

El misionero comboniano Juan González Núñez con una mujer gumuz

Y llegó el esperado momento de regresar a Etiopía, donde permanece hasta hoy. Fue en julio de 2004. A su llegada, pidió ser destinado a la misión recién abierta entre los gumuz, una tribu muy pobre y marginada en en la frontera con Sudán. Y allí Dios le regaló “una hermosa década de trabajo misionero, vivido con la conciencia de que era eso, un regalo”, confiesa el religioso. Hasta que “otro golpe de timón” le arrancó de entre aquellas gentes de la árida sabana ancladas en el pasado, para reclamar sus servicios como formador y profesor en Adís Abeba, encomienda recién concluida el pasado verano.

De vuelta con los gumuz

Desde el 10 de julio, vuelve a estar con los gumuz, concretamente, en la misión de Gilgel Beles, destino en el que confía permanecer “hasta que Dios quiera y la piel dé de sí”. En los últimos meses, “la situación se ha deteriorado mucho: ha habido matanzas mutuas entre los gumuz y sus vecinos amara, y el problema dista mucho de haberse solucionado, aunque haya calma aparente”, lamenta el misionero gallego. La vuelta en paz de todos los no gumuz a sus poblados es hoy el “auténtico desafío”, advierte el padre Juan, mientras se felicita por “la movilización de la dimensión misionera de la Iglesia” que ha supuesto este Mes Misionero Extraordinario que ahora baja el telón.

Él, por su parte, solo un año después de haber celebrado sus bodas de oro sacerdotales, sigue tratando de poner en práctica lo que ha aprendido, aquí y allá, durante todo este tiempo como misionero comboniano: que “el corazón lo debes llevar siempre contigo y tenerlo a punto para amar cualquier nueva realidad donde la vida, la obediencia o la Providencia (o las tres a la vez) te ponen”.

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