El Día de los Difuntos está cada vez más lejos de la tradición. También el cementerio, donde el arte funerario ha dejado de ser una puerta a la gloria. “El receso de la presencia de la muerte en nuestra sociedad tiene repercusiones directas en los ritos funerarios –afirma el ensayista e historiador francés Michel Vovelle–, así como en el propio espacio de la muerte. Son reflejos de estas implicaciones el silencio de las lápidas sepulcrales y el laconismo de los epitafios”. El cementerio ya no es un espacio para la arquitectura ni la escultura fúnebre.
Si el arte funerario ha muerto, está enterrado en la necrópolis del este de La Almudena, en el cementerio civil. Los grandes panteones de cúpulas neogóticas, los mausoleos de imitación clásica, los sarcófagos de diseño medieval, las sepulturas de mármol con remate de ángel alado e inocente son pura historia. “Desde el punto de vista de las arquitecturas funerarias o de la memoria, el cementerio sigue una evolución que nos obliga a evocar conjuntamente el retroceso de las grandes pompas fúnebres”, escribió Vovelle.
Desacralización de la muerte
Así es. Ya apenas nadie erige monumentos funerarios que alberguen la muerte y, a la vez, imponga la memoria con la grandiosidad de hace medio siglo. “España es un país sin cultura artística funeraria –explica el gerente de Arteroca, José Manuel Merchán–. Además, el vertiginoso incremento de las incineraciones, la crisis o el auge de las tiendas online ha puesto contra las cuerdas al sector. No obstante, pensamos que este se reforzará nuevamente. De hecho, no son pocos los cementerios que comienzan a construir columbarios, dada la creciente demanda de este servicio”.
Un paseo por monumentos, panteones y sepulturas de principios de siglo en el cementerio de La Almudena lo deja claro: se ha perdido la fe en el símbolo fúnebre que cautivó desde los iberos a los egipcios. “La desacralización de la muerte afecta principalmente al cementerio. Esto es: a la última fase de los rituales y de las prácticas de los funerales”, según lo vio acertadamente Vovelle, autor del ensayo La crisis de los rituales funerarios en el mundo contemporáneo y su repercusión en los cementerios.
Panteones clónicos
El esplendor de granito y mármol de las tumbas, cruces, lápidas, pergaminos o placas grabadas ha sido sustituido por la monotonía. Los panteones ahora son clónicos, cubos sin artificios ni apenas muestras de fe. Igual sucede con las sepulturas o con los mausoleos cada vez más simples: una cruz, ángeles repetitivos en resina o fibra de vidrio. “En general hay menos volumen de pedidos que hace años y las lápidas que se fabrican son más sencillas”, resume Noelia Abós, presidenta de la Asociación Española de Marmolistas del Arte Funerario.
Las empresas españolas incorporan innovaciones año a año en el diseño gracias a las máquinas láser y de control numérico o en materiales porcelánicos. Pero no se trata de capacidad artística, sino de modas, de pragmatismo y, cómo no, de presupuesto. “La aventura de los cementerios contemporáneos se inscribe en un marco más amplio –de nuevo, Vovelle–, donde han cambiado no solo las prácticas, sino también las creencias, las mentalidades y las representaciones colectivas, cambios que se han ido acentuando en las últimas décadas”.
No es solo que las incineraciones hayan dejado atrás al arte funerario. “En el caso de Madrid podemos estar hablando de cerca del 60-70% de incineraciones, aunque en los pueblos pequeños las incineraciones son casi nulas”, explica Abós. Sino que, de alguna manera, Mariano Benlliure —el gran escultor español, autor del monumento fúnebre a Santiago Ramón y Cajal en La Almudena— es historia.
El esplendor del mármol y el granito
En los cementerios históricos de Madrid existen 944 elementos —desde pórticos, edificios y capillas a panteones, mausoleos y enterramientos— protegidos por su valor histórico, arquitectónico o artístico. Casi todos fueron construidos entre 1855 y 1950. Cien años en los que la pompa de mármol y granito vivió su esplendor. Entre los más destacados, quizá esté el panteón del marqués de San Simón, trasladado a La Almudena en 1912 desde el cementerio general del Norte.
Entonces, a finales del siglo XIX y principios del XX, los panteones y los mausoleos se concebían como una imagen de la propia personalidad de los fallecidos. La sencillez y modernidad del panteón del arquitecto Pérez Pla es, apenas, la última de las incorporaciones sobresalientes. Es de 1996. Pero llama más la atención los reductos de folclore popular, también relativamente recientes: el monumento a Lola Flores, esculpido por Santiago de Santiago, o la tumba del torero José Cubero El Yiyo, obra de Sanguino.
En Zaragoza, como en Madrid, es posible sumarse a rutas que enseñan el arte funerario como una práctica, sobre todo, del pasado. “En la producción escultórica, el Cementerio de Torrero ofrece auténticas obras maestras realizadas por artistas locales y foráneos –manifiesta Isabel Oliván Jarque–. Se representa el tema de la muerte expuesto desde todas las posibilidades expresivas y simbólicas. En la temática de carácter religioso abundan las representaciones de ángeles y de la cruz y algún ejemplo de excepcional calidad que desarrolla la muerte y resurrección de Cristo”.
Visitas guiadas den Segovia
También en Segovia, en el marco de la tercera edición de Tiempo de Ánimas, cita turística que durante esta semana, y hasta hoy, ha ofertado visitas guiadas al cementerio. “Visitar sus sepulturas permite rastrear el pasado de los predecesores y conocer así las huellas de su existencia –afirma la historiadora Mercedes Sanz de Andrés–. En este propósito el arte ofrece increíbles recursos expresivos porque permite hablar del más allá con formas bellas y ofrece una determinada realidad sociocultural que reconoce la emotividad social a través del lenguaje funerario”. Y añade en este sentido: “El simbolismo, su arquitectura, el paisaje, la botánica, emotivos epitafios, curiosidades, personajes ilustres o mausoleos nos ofrecen un importante recurso cultural, patrimonial y turístico que permite acercar al público las huellas dactilares de sus antepasados”.
Gloria Abós, que regenta la empresa Mármoles Artísticos de Aragón, también en Zaragoza, recuerda que hasta hace unas décadas el día de los Difuntos era el día del estreno de encargos en los camposantos. Ya, no. “Ahora se eligen las fechas que son importantes a nivel familiar como aniversarios o cumpleaños”, señala. Las marmolerías especializadas en arte funerario no han dejado de menguar. La tradición también desaparece con ellas. El cementerio ha enterrado al arte.