En adelante, los explotadores compulsivos de la Amazonía se enfrentarán a una férrea resistencia por parte de Iglesia católica, que, al concluir el Sínodo Amazónico, ha reafirmado su compromiso con la ecología integral y no ha dudado en condenar el “pecado ecológico” que “desfigura el rostro de la Amazonía”, parafraseando la expresión que utilizó el papa Francisco en la misa de clausura, cuando denunció que “los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra”.
Queda claro que el rostro amazónico de la Iglesia no será ajeno al de los pueblos originarios que la habitan. “Estamos entendiendo, cada vez más, esto de caminar juntos; estamos entendiendo qué significa discernir, escuchar, incorporando la rica Tradición de la Iglesia a los momentos coyunturales”, dijo el Papa en su discurso durante la última congregación general.
Con este trasfondo, razones de sobra tuvieron los padres sinodales cuando, en el ‘Documento final’, definen el “pecado ecológico” como toda “acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente”. Como tal, este “es un pecado contra las futuras generaciones y se manifiesta en actos y hábitos de contaminación y destrucción de la armonía del ambiente, transgresiones contra los principios de interdependencia y ruptura de las redes de solidaridad entre las criaturas y contrarias a la virtud de la justicia”, como reza el n. 82.
Conciencia ecológica
En declaraciones a Vida Nueva, el obispo del vicariato apostólico de Puerto Leguízamo-Solano (Colombia), Joaquín Pinzón, reconoce que “la palabra de los expertos y de los propios pueblos indígenas nos ha ratificado en el imperativo de preservar y cuidar la Amazonía”. “¡No es un asunto opcional!”, defiende el prelado, convencido de la importancia de “poner un oído en el territorio y otro en las personas que lo habitan”, para que la voz de los indígenas siga resonando. Y esto también es válido para los mega-empresarios de la Amazonía, “que, generalmente, no han tenido en cuenta a las comunidades indígenas, y esto ha hecho que los mega-proyectos no sean amigables con el ambiente y solo generen destrucción”.
Esta renovada conciencia ecológica que ha impregnado el camino sinodal tendrá ahora un nuevo tiempo. “Necesitamos acciones concretas; hay muchos documentos, pero es hora de actuar”, reivindica la líder indígena ecuatoriana Patricia Gualinga, consultada por este semanario. Lo mismo que Anitalia Pijachi, quien ha valorado “la apertura y el diálogo que se vivió en el aula sinodal, empezando por el Papa”, además de subrayar que “hemos demostrado que tenemos voz propia y queremos que la Iglesia nos siga acompañando en nuestras luchas como nuestra aliada”. “La Iglesia –agrega la líder indígena colombiana– tiene que actuar ya no solo desde los púlpitos”.