El papa Francisco ha celebrado hoy, 2 de noviembre, la eucaristía por el Día de los Fieles Difuntos en las Catacumbas de Priscila, Roma. “Para mí es la primera vez en la vida que entro en una catacumba y es una sorpresa, porque me hace pensar muchas cosas”, ha dicho, “por ejemplo, en la vida de esta gente que tenía que esconderse, sepultar a los muertos y celebrar la eucaristía aquí dentro”.
Algo que para el Papa representa “un momento feo de la historia”, pero que, sin embargo, “no ha sido superado”, ya que “aún hoy hay muchas catacumbas en otros países, donde incluso tienen que fingir estar celebrando una fiesta o un cumpleaños para celebrar la eucaristía, porque está prohibido hacerlo incluso más que en los primeros siglos”. Esta reflexión ha llevado a Francisco a pensar en tres palabras: identidad, lugar y esperanza.
“La identidad de estas personas que se reunían aquí para celebrar la eucaristía es la misma que la de nuestros hermanos de hoy en tantos países en los que ser cristiano es un crimen”, ha subrayado. Y esta identidad no es otra que la de las “Bienaventuranzas”. “No hay otra. Si tu haces esto, si vives así, eres cristiano”, ha añadido, aunque la persona se defina como “parte de este movimiento, a este grupo”. “Eso está muy bien”, ha dicho, pero “si no vives según esta identidad de las bienaventuranzas, no eres cristiano. Así de simple”.
En manos de Dios
“La segunda palabra es el lugar”, ha apuntado, recordando el caso de “aquella hermana en Albania, en un campo de reeducación comunista”. “Estaba prohibido para los sacerdotes celebrar el sacramento, y ella bautizaba a escondidas” a los niños que eran llevados por sus madres ante ella. “Pero no tenía un vaso donde poner el agua, y usaba los zapatos”. De esto se puede deducir que “el lugar del cristiano está en todas partes, no tenemos un lugar privilegiado en la vida”, por mucho que “algunos quieran tenerlo”.
Por eso, “las almas de los cristianos están en manos de Dios, donde él quiere”. “Las manos de Dios, que están llenas de llagas, porque son las manos de su hijo, que ha querido mostrárselas al Padre para interceder por nosotros”, ha subrayado. “Y estemos seguros: pase lo que pase, nuestra identidad dice que seremos bienaventurados si nos persiguen, si hablan en nuestra contra”, porque “estamos en las manos de Dios, lleno de amor, y estamos seguros”.
Al finalizar su homilía, Francisco ha señalado que estos cristianos que vivían y viven en las manos de Dios, “son hombres y mujeres de esperanza”, porque “para entrar en el Reino no hacen falta cosas extrañas, ni actitudes sofisticados”. Solo hace falta mostrar esa “carta de identidad” que dan las Bienaventuranzas. “Nuestra esperanza está en el Cielo, enganchada ahí, y nosotros con la cuerda en la mano, miramos allí mientras atravesamos el río”.