Sencillez y naturalidad. No son ni un halago ni palabras huecas. Simplemente, actitudes vitales del primer cardenal en la historia de Papúa Nueva Guinea. Cuando decidió ingresar en el noviciado de los Misioneros de las Sagrados Corazones, John Ribat, de 62 años, nunca se vislumbró vestido de púrpura. Tampoco lo buscó. Quizá por eso no hay deje principesco alguno en este pastor papuano.
PREGUNTA.- Primer cardenal en la historia de Papúa Nueva Guinea. ¿Cómo vivió el momento de conocer su designación?
RESPUESTA.- Entré en “shock”, me quedé sin palabras y tardé en contestar… Nunca me lo imaginé, nunca lo solicité y nunca pasó por mi cabeza. Cuando pasó esta primera reacción, solo acerté en decir: “Si es la voluntad de Dios, que me bendiga, me dé gracia, fuerza y paz para vivir este nombramiento con gozo”.
P.- Cardenal y misionero del Sagrado Corazón, ¿qué le define más?
R.- No puedo distinguir uno de otro. Me gustaría verme como los dos, porque significaría que estoy cerca de la gente y con la gente. Recuerdo que, cuando me nombraron obispo, la gente me decía: esperamos que nos deje y se vaya. Y cuando me nombraron cardenal, me dijeron lo mismo. No les he abandonado ni les voy a abandonar.
P.- No son pocos los desafíos para la Iglesia de su país. En muchos momentos, usted ha mostrado preocupación por eI avance del secularismo, la pérdida de las raíces, la pobreza, la desintegración de la familia. ¿Qué le agobia más?
R.- Con respecto a la secularización, la dificultad es que, para la gente, es un desafío tomar decisiones libremente. Con respecto a la pobreza, es una situación a la que se ven abocadas muchas personas que emigran a las zonas urbanas pensando que encontrarán trabajo y una vida mejor. Por el contrario, se encuentran con más problemas, sin comida, sin un techo y abocados a cometer delitos…
La desintegración de la familia es resultado de muchos factores: si los padres están trabajando, no pasan mucho tiempo en familia y los niños son cuidados por amigos o familiares o cuidadores. Por otra parte, algunos padres abandonan a su familia por un trabajo lejos. De ahí que muchos chavales no tengan los vínculos que les permitan entender de dónde vienen. Además, cada vez hay más matrimonios mixtos (en los que el hombre o la mujer se casan con alguien de fuera de su entorno cultural), lo que lo hace todo más difícil.
P.- Francisco está haciendo un gran esfuerzo por universalizar el Colegio de cardenales. Aun así, ¿sigue siendo la Iglesia demasiado eurocéntrica?
R.- El Papa trabaja duro para universalizar y para unir el Colegio de cardenales. Lo veo cuando compartimos nuestras inquietudes con respecto a nuestras Iglesias; nos permite tener una idea de dónde estamos y cómo podemos ayudarnos entre nosotros.
P.- ¿Cómo se ve desde una Iglesia en las periferias, con tantas vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa, la falta de vocaciones en Occidente? ¿Qué tenemos que aprender de ustedes?
R.- El trabajo empieza realmente en las familias. La familia que se construye unida en vida, oración, trabajo y guía adecuada de los padres. Volvamos a favorecer los lazos familiares fuertes. Otro desafío en materia vocacional es el manejo de los medios de comunicación social modernos.