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Adiós a Aníbal Romero Cordero, el secretario personal de Óscar Romero

  • Compartió con el hoy santo la etapa más convulsa de su vida, como arzobispo de San Salvador
  • Respondía en su nombre a 60 cartas al día, siempre en orden de llegada y no de importancia





Desde el pasado domingo 3 de noviembre, los salvadoreños que miran al cielo para rezar a san Óscar Arnulfo Romero, mártir, están apesadumbrados. Y es que, a los 83 años, ha muerto una de las personas que le fueron más cercanas: el sacerdote Aníbal Romero Cordero, quien durante tanto tiempo fuera el secretario privado del arzobispo de San Salvador, asesinado por la ultraderecha vinculada al Gobierno el 24 de marzo de 1980.

Los restos del religioso han sido velados en la parroquia Jesús Cautivo, del barrio El Calvario, en Usulután, donde el pastor ejerció su ministerio durante más de dos décadas, comprometiéndose especialmente con los más desfavorecidos.

Un hombre de fe

En nombre de la parroquia, el laico Roberto Muñoz se ha despedido así de don Aníbal en declaraciones a La Prensa Gráfica: “Va a se recordado como un hombre de fe, transmisor de esperanza, de paz, de alegría a este pueblo que siempre ha confiado en Dios. Un hombre que va a dejar un legado en la comunidad cristiana católica”.

El sacerdote fue el secretario de monseñor Romero desde 1970 hasta su asesinato. Todos los que lo han conocido destacan que asimiló su impronta pastoral y su carácter sencillo y bondadoso. Como el mismo padre Aníbal relató en una entrevista a Televisión Católica El Salvador, él mismo respondía, bajo las indicaciones de Romero, a las 60 cartas que podía recibir cada día. Algo que hacía “por orden de llegada, no de importancia de la persona”.

Con los guerrilleros y con el presidente

En dicha entrevista, valoraba el talante constructivo de Romero: “Incluso cuando había divergencias, nunca levantaba la voz. Dialogaba con la persona y la convencía”. Por lo mismo, jamás rehuyó el encuentro con nadie. Así, cuando un día se vio cara a cara con un guerrillero, le pidió “que luchara por la gente pobre y necesitada…, pero sin dañar jamás a nadie”. Por lo mismo, a través de la Secretaría de la Conferencia Episcopal, trató de hacer llegar una carta a la Presidencia de la República para mediar en el conflicto que asolaba al país, pero no consiguió encarnar la cultura de paz para todo el país, pagando por ello un precio de sangre.

Nunca tuvo miedo

Pese a las duras circunstancias, “monseñor Romero nunca tuvo miedo. Y esa fortaleza me la transmitió; con él nunca tuve miedo”. Un sentimiento que concilió con el dolor, “pues a él le llegaba la información de todos los asesinatos que se producían en el país”.

Este martes 5 de noviembre, Aníbal Romero será enterrado en el cementerio de Jalupa, de donde era originario. Sus restos descansarán para siempre junto a los de su madre en el nicho familiar. Se cumple así la última voluntad de quien, con toda certeza, tantas veces pidió la intercesión de su maestro.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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