Quedan pocos días para que la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB) comience. Del 11 al 14 de noviembre, Baltimore acogerá la reunión de otoño en la que, entre otros temas, se decidirá quien liderará la Iglesia estadounidense los próximos años, quien sucederá a cardenal Daniel DiNardo, el arzobispo de Galveston-Houston, que lleva en la presidencia desde noviembre de 2016.
En la línea de salida muy bien posicionado está el arzobispo de Los Ángeles, José Horacio Gómez. Un prelado del Opus Dei que muchos colectivos echan de menos cada vez que el papa Francisco amplia la lista de cardenales. Más allá de su vinculación con la obra, para algunos analistas la elección de un obispo hispano –Gómez nació en México, estudió teología en Navarra y fue ordenado sacerdote en el santuario de Torreciudad– como presidente podría ser un signo ante los brotes de racismo y rechazo a los migrantes que se han producido en los Estados Unidos.
Para el Alejandro López-Cardinale, miembro de una red de sacerdotes hispanos, esta elección “sería una declaración de que a todos en este país se les permite tener oportunidades y sueños y alcanzar niveles de liderazgo”, ha declarado a NCR. Y va más allá al señalar que puede ser el encargado de “derribar el muro” entre Estados Unidos y México frente a las pretensiones de Trump.
En estos 3 años, Gómez ha estado a la sombra de DiNardo como vicepresidente. Esto lo ha posicionado frente a decena de nombres que figuran en las quinielas –oficiales en el caso de Estados Unidos–, para la analista Heidi Schlumpf, “aunque Gómez no es liberal, algunos observadores lo ven como un posible ‘puente’ que puede empezar a poner a los obispos de los Estados Unidos más en línea con el énfasis del Papa Francisco en la misericordia y el ministerio de acompañamiento”.
Una visión optimista que no niega su alineación con el ala más conservadora del episcopado. “No va a lograr un cambio radical, pero nos llevaría hacia adelante”, señala el jesuita Allan Figeroa Deck que ha trabajado de cerca con el obispo. Para Deck, Gómez no es uno de los disidentes a Bergoglio, como lo ha demostrado su mandato al frente del Secretariado de Diversidad Cultural de la USCCB.
En la otra parte de la balanza está su vinculación al Opus Dei –aunque es un movimiento que se considera de los “centrados” dentro del panorama estadounidense y de hecho ya no figura en sus listas aunque no niega su influyo espiritual– y el liderazgo autoritario ejercido al frente de la diócesis de Los Ángeles.
Su papel en la postura migratoria de los obispos ha sido clave, aunque ha sido polémico por disolver, siendo arzobispo de San Antonio en 2004, la comisión de Justicia y Paz o por intervenir universidades católicas que llamaban a ponentes que apoyaban la ordenación de mujeres o las políticas abortistas. Además es uno de los que ha apoyado la liturgia tradicional.
Ya en Los Ángeles, los críticos le señalan como el responsables de la expansión de organizaciones neoconservadoras o la disminución de mujeres y laicos en diferentes ministerios. También hay quien cuestiona su organización diocesana, disolviendo –una vez más– la comisión de justicia social. Por otro lado, muchos celebran la presencia de más latinos en puestos de responsabilidad.
Como alternativa están los conservadores Salvatore Cordileone, arzobispo de San Francisco; Thomas Paprocki, obispo de Springfield; Kevin Rhoades, obispo de Fort Wayne-South Bend; el arzobispo Allen Vigneron de Detroit; y el arzobispo castrense Timothy Broglio. Y en las listas hay también moderados como el obispo Frank Caggiano de Bridgeport (Connecticut), el obispo Daniel Flores de Brownsville (Texas), el arzobispo Jerome Listecki de Milwaukee y el arzobispo Paul Coakley de Oklahoma City.