Este jueves 7 de noviembre es un día de luto para la ciencia española: Margarita Salas ha muerto en Madrid a los 80 años. Discípula de Severo Ochoa (a quien siempre definió como un “humanista”), esta referente internacional en la biología molecular deja para la Historia la explicación de cómo se duplica el ADN. Fue, además, la primera mujer española en pertenecer a la Academia Nacional de Ciencias de EEUU.
En estas primeras horas, los medios ofrecen testimonios y anécdotas que ilustran quién fue Margarita Salas. Así, resulta muy significativo acudir a una entrevista que concedió en 2011 a La Opinión de Murcia. En ella, además de definir a los científicos como “personas que, en general, no haremos una aberración”, respondía con mucha nitidez a la cuestión de si entendía a un científico religioso.
La mitad son creyentes
“Hay científicos muy valiosos –aseguró en su conversación con Elvira Bobo Cabezas– que tienen creencias religiosas. En una encuesta entre científicos de todo el mundo, la mitad creían en algo superior. La ciencia tiende más a decir que no hay nada, pero tampoco necesariamente”.
En otra entrevista en la revista Encuentros Multidisciplinares (sin fecha conocida), respondía así a la pregunta de si hay colisión entre la ciencia y las religiones: “Yo no soy religiosa, si bien no soy tan extrema como algunos que no pueden entender que un científico crea en Dios o que sea religioso. Aunque no soy religiosa, reconozco que hay científicos de valía que son religiosos, dado que esto es una cuestión muy personal”.
Como la filosofía
Más allá, defendía la presencia de la religión en la enseñanza, así como de una posible asignatura en la que también se abordara la relación entre la fe y la ciencia: “La enseñanza de la religión también es cultura. Las distintas religiones son cultura. No soy partidaria de que se enseñe una religión, por ejemplo, la religión católica, y se diga: ‘Esta es la verdadera’. Pero sí de que se enseñen de forma similar a la filosofía; esto es, que se enseñen las corrientes religiosas. Esto es cultura. Veo bien, como parte del conocimiento, que un niño sepa que en un país son budistas, en otros son protestantes o en otro son católicos, y en qué consisten unas y otras creencias”.
“Es bueno conocer –concluía– todo este tipo de cuestiones y planteárselas para poder tomar decisiones después”. Y es que, desde ese “conocimiento abierto” es más fácil “reducir los fundamentalismos”.