La muerte del joven Limbert Guzmán Vásquez, de 20 años, a las afueras de Cochabamba –en la vía que conduce al municipio de Quillacollo–, se ha convertido en símbolo de luto y dolor para la Iglesia y la sociedad boliviana, tras el recrudecimiento de los enfrentamientos entre seguidores y opositores del gobierno de Evo Morales, ante los cuestionamientos por la reelección del mandatario.
Ayer (7 de noviembre), los obispos de Cochabamba, en cabeza de su arzobispo, Óscar Aparicio, han expresado su “sufrimiento junto al Pueblo, del que somos parte, por los recientes hechos suscitados en el país, pero particularmente en nuestro departamento, donde hermanos y hermanas se enfrentaron, con el derramamiento de sangre”.
A través de un comunicado a la sociedad boliviana y cochabambina, los pastores se han unido al dolor de la familia del joven fallecido, acompañándola en oración y expresando su “solidaridad con los hermanos heridos, que llegan al centenar”.
Los hechos de violencia que se han registrado el pasado miércoles 6 de noviembre en Cochabamba, lo mismo que en otras ciudades del país, llevaron a la Iglesia boliviana a levantar su voz: “¡Paremos la violencia, basta de heridos y muertos!”.
En este sentido, los obispos exhortan “a la pacificación y a deponer actitudes de confrontación que solamente generan luto y dolor entre hermanos”, al tiempo que piden a las autoridades, dirigentes y líderes “evitar la incitación a la violencia y dejar de lado resentimientos que originan ver al otro como un enemigo“, pues “todo acto de violencia es reprochable, venga de donde venga”.
De igual forma, la Iglesia hace un llamado “a un diálogo fraterno y sincero, donde nos despojemos de intereses sectoriales y nos enfoquemos en un verdadero bienestar para la sociedad boliviana”.
Limbert Guzmán es la tercera víctima fatal que deja las protestas y los enfrentamientos en Bolivia, tras las recientes elecciones.
Foto: Agencia Fides.