El papa Francisco ha presidido la misa en la fiesta de la Dedicación de la basílica de San Juna de Letrán, la catedral de Roma, en la tarde del 9 de noviembre. Al final de la celebración, el obispo de la Ciudad Eterna realizó un gesto de envío a los miembros de los equipos pastorales concluida la asamblea diocesana. Con este motivos, en la celebración se ha estrenado un nuevo ambón de mármol bendecido por el Papa antes de las lecturas, la cruz del altar y una casulla especial.
Junto al papa Francisco ha concelebrado el cardenal Angelo de Donatis, vicario del pontífice para la diócesis de Roma, y los obispos auxiliares. Se han estrenado en la celebración nuevos cantos y un formulario litúrgico propio. También el papa Francisco ha descubierto una placa con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres que se celebrará el próximo 17 de noviembre con una misa en la basílica de San Pedro. Con algunos representantes de la diócesis ha hecho una oración por todos los necesitados del mundo como los niños hambrientos, los jóvenes sin perspectivas de futuro, por quienes ven dañada su dignidad, los desplazados de su tierra…
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En su homilía, Francisco señaló que “la ciudad [de Roma] sólo puede alegrarse cuando ve a los cristianos convertirse en anunciadores alegres, decididos a compartir con los demás los tesoros de la Palabra de Dios y a trabajar por el bien común”. Por ello, invitó a todos a que “la Madre Iglesia de Roma experimente el consuelo de ver una vez más la obediencia y el coraje de sus hijos, llenos de entusiasmo por este nuevo tiempo de evangelización”.
Dirigiéndose hacia los sacerdotes, el Papa les recordó que su tarea es “ayudar a la comunidad a permanecer siempre a los pies del Señor para escuchar su Palabra; mantenerla alejada de toda mundanalidad, de los compromisos malos; custodiar el fundamento y la raíz santa del edificio espiritual; defenderla de los lobos rapaces, de aquellos que quieren desviarla del camino del Evangelio” más allá de otros fines cortoplacistas. Así, alabó a los curas implicados en el “cuidado de los pobres” más allá de “contrastes ideológicos y protagonismos personales”.
A los equipos pastorales surgidos del sínodo diocesano, les indicó que se les “confía la tarea de ayudar a vuestras comunidades y a los agentes de pastoral a llegar a todos los habitantes de la ciudad, encontrando nuevos caminos para llegar a los que están lejos de la fe y de la Iglesia”. Tarea que no se puede hacer sin una auténtica vida de fe, de confianza en el Señor.
“Nadie, no importa cuán herido por el mal, es condenado en esta tierra a estar separado para siempre de Dios”, sentenció. “De una manera a menudo misteriosa pero real, el Señor abre nuevos destellos en nuestros corazones, deseos de verdad, bondad y belleza, que dan cabida a la evangelización”, les señaló, advirtiendo que “a veces se puede encontrar desconfianza y hostilidad: no hay que dejarse bloquear, sino mantener la convicción de que Dios tarda tres días en resucitar a su Hijo en el corazón del hombre”.