El foco de los medios y del movimiento liderado por Juan Guaidó, presidente del parlamento venezolano, a principios de año para sacar al país suramericano de la aguda crisis con la salida de Nicolás Maduro parece en el olvido. Mario Moronta, obispo de San Cristóbal y primer vicepresidente del episcopado, ha advertido que las personas que a diario salen “no están migrando, están huyendo” tal como lo reseña el diario El Colombiano para retratar el drama de muchas personas que no logran conseguir alimentos, medicinas ni vida digna.
La frontera colapsa y como bien lo señaló Mauricio García, director del Servicio Jesuita a Refugiados – Colombia, la cifra de la diáspora, de seguir la dura crisis, llegará a más de 7.500.000 a finales de 2020, en un exilio “obligado”, lo que sería el 25% del total de la población. En este sentido, Moronta asegura que diariamente llegan a la frontera con Cúcuta –departamento Norte de Santander– un promedio de 800 personas.
Mirada indiferente
El prelado ha fustigado tanto al régimen como a dirigentes de la oposición sobre esta situación a la que son indiferentes. “La situación empeora ante la mirada indiferente de la dirigencia política que no considera importante el escenario. Esta salida de personas genera otras dificultades: el que huye es quien no posee nada y al no conseguir nada en los lugares a donde va, reacciona porque es una necesidad la de sobrevivir”, ha dicho.
La frontera colapsa y lo peor –denuncia el obispo– “no le duele a nadie sino a quien está aquí. Sea la frontera que sea: Paraguachón, Tibú, Puerto Santander, Guasdualito o por Puerto Carreño”. También ha criticado duramente las maniobras militares dirigidas por Nicolás Maduro con “chatarra rusa que a nadie iba a asusta” a la postre la gente se preguntaba: “¿dónde están? Porque ni en San Antonio, ni Ureña, aparecieron, todo se hizo en el aeropuerto de La Fría”.
Además Moronta señala que “la situación de Venezuela se está escapando de las manos de todos los países” a esto se le suma la situación de xenofobia con una notable connotación política. “Es cierto que no es lo mismo recibir una avalancha de 6 millones de migrantes en cuatro años que ir recibiendo pequeñas oleadas sobre las que se puede tener cierto control”, admite el obispo en comparación con los tiempos cuando el país petrolero era un país de recepción.
¿A quién llega ese dinero?
La gran caja negra de los diversos sectores políticos tanto dentro como fuera de Venezuela es la ayuda humanitaria. Para el primer vicepresidente del episcopado venezolano “una gran cantidad de ese dinero (de la ayuda humanitaria) se está quedando por el camino para pagar gastos onerosos de dirigentes que han recibido el dinero para ayudar a los venezolanos a paliar la crisis y resulta que nada”.
Por esta razón ha pedido a los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea hacer una investigación sobre el destino de estas ayudas “y saber a quién se les entregan los recursos”, porque “Estado Unidos acaba de dar 90.000 millones de dólares para atenuar la crisis venezolana, con eso algo se hace, pero nuestros hospitales y los diversos servicios de atención y protección al ciudadano, ¿cómo están? ¿A quién llega ese dinero?”, cuestiona.
Una crisis humana
Pese a la mayoría de los países que en su momento reconocieron a Guaidó como presidente encargado, para Moronta “el mundo no se ha dado cuenta de la condición que se está viviendo y las causas” mientras que hablan más de los desencuentros entre el gobierno y oposición.
Aunque el verdadero problema de fondo es que ninguno de los gobiernos que apuestan por el cambio hablan del hambre que se está pasando en Venezuela. “No se han dado cuenta de esta crisis. No se trata de una crisis política, es una crisis humana, prefiero llamarla así y no humanitaria porque es un término que les duele a los chavistas y a los de la oposición”, señala.
Se está a narices de un Estado fallido, porque se ha perdido la dignidad humana en todos los sentidos. El obispo denuncia que “quienes regresan de Cúcuta con un poco de mercado se lo quitan con el cuento de estar contrabandeando. No hay respeto a la dignidad humana. En Venezuela lo inhumano se convierte en inmoral y lo inmoral, termina haciendo amoral”.
Foto: CEV