Como obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio no es insensible a las noticias que sacuden a la opinión pública italiana. Una de las más recientes estalló la semana pasada, cuando se supo que a la senadora vitalicia judía Liliana Segre, superviviente del campo de concentración de Auschwitz, las autoridades le habían puesto escolta debido al creciente número de insultos y amenazas recibidas.
Durante la audiencia general que presidió este miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa abandonó por un momento el discurso que tenía preparado para afrontar el problema del antisemitismo, sin mencionar directamente el caso de Segre. “En el siglo pasado hubo muchas brutalidades contra el pueblo judío. Todos estábamos convencidos de que eso ya se había acabado, pero hoy comienza a renacer aquí y allá la costumbre de perseguir a los judíos. Hermanos y hermanas, eso no es humano ni cristiano. Los judíos son hermanos nuestros y no se persiguen. ¿Entendido?”, dijo el Pontífice de modo tajante.
El valor de la hospitalidad
En su catequesis, un nuevo capítulo de su ciclo sobre los Hechos de los Apóstoles, recordó cómo san Pablo encontró en Corinto a Áquila y Priscila, pareja de esposos cristianos que había tenido que dejar Roma por la expulsión de los judíos decretada por el emperador Claudio. Ellos le abrieron las puertas de su hogar “testimoniando el valor cristiano de la hospitalidad”.
Francisco puso a esta pareja como ejemplo de aquellos cristianos que convierten su casa en una ‘domus ecclesiae’, un “lugar de escucha de la Palabra de Dios y de la celebración de la Eucaristía”. Destacó a continuación que también hoy hay familias que “convierten” sus casas en un templo para la eucaristía y agradeció a aquellos que en “momentos feos y tiempos de persecución” “arriesgan la cabeza” para proteger a los perseguidos brindándoles una acogida familiar.
En la parte final de la audiencia, el Papa realizó un llamamiento por la paz en Burkina Faso, que sufre “continuas violencias y donde recientemente se ha producido un atentado que costó la vida a casi cien personas”. El Pontífice invitó a las autoridades civiles y religiosas a “multiplicar los esfuerzos” para promover “el diálogo interreligioso y la concordia” y para que se proteja a “los más vulnerables”.