El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha sido el encargado de pronunciar la última ponencia del congreso internacional sobre las aportaciones del Papa a la teología y a la pastoral. A su intervención le seguiría, durante la tarde de hoy, la clausura de Juan José Omella, cardenal y arzobispo de Barcelona. Y ambos han hecho especial hincapié en la necesidad de “salir”, de no “quedarse anclado en uno mismo”.
“El Papa Francisco repite incesantemente que desde las periferias se contempla la realidad del modo más completo”, ha dicho Osoro en su conferencia, titulada ‘Construir una Iglesia de pueblo desde las periferias urbanas y existenciales’, en la que ha hecho un detallado análisis de las enseñanzas del Papa en ‘Evangelii gaudium’.
“Desde el centro no se ve nunca la realidad de las villas miseria, ni la de los poblados chabolistas”, ha continuado el purpurado, así como “tampoco se atisban los amplios cinturones obreros de las ciudades que padecen la desatención de las autoridades y son espacios para el desempleo juvenil y el desarraigo”. Desde el centro “no se ve la realidad de las personas que llaman a nuestra puerta huyendo de la violencia o de la precariedad y que tenemos que atender como podemos”, ni la “tragedia de los niños extranjeros sin familia, en ausencia de un sistema de acogida digna en nuestro país, como bien sabéis en algunas parroquias de Barcelona”.
Ir a las periferias
Tal como ha remarcado Osoro, todo ello “tiene el mismo origen: no poner en el centro a la persona, no valorar la inviolable dignidad de cada ser humano en su preciosa e irrepetible singularidad”. Tal vez por este motivo “entre las expresiones más repetidas por el Papa Francisco está la de ‘periferias existenciales'”. Una expresión “polivalente, rica en significado”, que apunta “en dos direcciones”. Por un lado, “se trata de un criterio de juicio sobre la Iglesia contemporánea” y, al mismo tiempo, “el apunte de una dirección misionera de marcha”.
Por todo ello, Osoro ha señalado que cree que “el Papa nos invita como iglesia a tener el coraje de no acomodarnos en las zonas de confort pastorales”. Es decir, superar el “siempre se ha hecho así” o evitar “utilizar las ‘aduanas pastorales’ del rigor y el legalismo para defendernos del encuentro y del acompañamiento pastoral personalizado que precisamos en este momento”.
Asimismo, Osoro ha reflexionado sobre la necesidad “de vez en cuando”, de “detenerse para poder avanzar”. “Necesitamos repensar nuestra acción pastoral y nuestras estrategias y mediaciones, excesivamente dispersas, atomizadas y, en ocasiones, contradictorias”, ha subrayado.
El valor de la sinodalidad
A pesar de esto, ha recordado que “la Iglesia no es una construcción nuestra”, como los hombres tampoco “edificamos el Reino de Dios”. “Lo nuestro es más bien una humilde y activa colaboración con una iniciativa que siempre viene de Dios. Dios construye su Iglesia y hace fructificar su Reino”, ha remarcado y, por esta razón, “la Iglesia sigue siendo sacramento de salvación. Incluso cuando nos acercamos demasiado al pecado. El buen grano acaba siempre dando fruto”.
Además, ha recordado que Francisco ha señalado en numerosas ocasiones que la Iglesia está llamada a la sinodalidad, siendo “un ámbito de comunión fraterna, de centramiento en Dios y en la fracción del pan y de un cuidado exquisito e innegociable hacia los más vulnerables”. Por eso, “ni la diferencia de opiniones, ni las disputas políticas, ni la diversidad de espiritualidades nos deben separar del amor de Dios y de nuestra ocupación por los habitantes de las periferias”.
Por su parte, y a continuación de las palabras de Osoro, Omella ha seguido reflexionando acerca de la Iglesia en salida. Para ello, ha utilizado como metáfora el Camino de Santiago, “donde hay un punto de partida y un punto de llegada”. Y donde, además, “todos los días se da un saludo: ultreia que quiere decir que seguimos en el camino. Más allá. Y suseia, hacia arriba”.
Como ha dicho el cardenal, “no es solo un camino horizontal, sino también hacia arriba, con el Señor. En ese camino también hay albergues donde coger fuerzas, y este congreso ha sido un momento y un lugar donde reponerse. Un albergue donde tenemos una mochila, que han sido las conferencias”.
Una gran misericordia
“De este congreso”, ha continuado Omella, “nos llevamos un gran amor: un amor a Dios, la fuente de toda nuestra existencia; y un amor al pueblo, a las periferias y a los que están dentro. Y amor a los pobres”.
Del mismo modo, ha recordado que para el camino se necesita “una gran misericordia, que sobre todo es acompañar, discernir e integrar en la libertad, y sabiendo que todo esto tiene un proceso”. Todo esto bañado, “como algo muy característico de nuestro Papa, con alegría. Una alegría que viene de la palabra de Jesús. El evangelio es alegría, y nace del día de la resurrección, porque Jesús ha vencido a la muerte. Y la invitación es que no nos encerremos en nosotros mismos, sino que salgamos”.