El récord del mundo en resolver un cubo de Rubik está en 4,22 segundos. ¿Y un teólogo? Si sabe contemplar, ve en el artilugio algo más que un juego de niños. Vislumbra un pontificado.
Encuentra en cada una de sus caras, en los colores que lo componen, esa Iglesia con rostro poliédrico que conoce y reconoce el Papa “que fueron a buscar hasta el fin del mundo”. Un poliedro que no precisa ser reunificado en un cubo o en una pirámide, sino contemplado en la diversidad de los colores que lo componen. Un poliedro que bien merece un congreso. Del 11 al 13 de noviembre. En Barcelona.
L’Ateneu Universitari Sant Pacià acoge el foro más relevante celebrado hasta la fecha en España sobre ‘La aportación de Francisco a la teología y a la pastoral de la Iglesia’. Por la relevancia de sus ponentes y por la respuesta a la convocatoria. Lleno hasta la bandera. Por contenido y continente. Casi siete años después. En Barcelona.
Viento del Vaticano II
Un encuentro que se deja llevar por el viento a favor del Vaticano II. Desde el minuto cero, en que el anfitrión de la cita, el cardenal Juan José Omella, toma la palabra en el Aula Magna. “Francisco ha iniciado un segundo posconcilio”. Cultura del encuentro, porque los pastores de las dos urbes interpretan la misma partitura. Tanto como para que uno abra la cita y otro la rubrique.
A la izquierda del pastor de Barcelona, el prefecto de Doctrina de la Fe. Luis Francisco Ladaria no condena, pero sí alerta de los “extremismos” que contempla por los pasillos vaticanos. Sin detenerse mucho en ellos, trabaja convencido de que las verdades de fe no pueden ser un cuerpo hermético. Ni la teología un puñado de abstracciones.
Para el jesuita mallorquín, la contribución del ‘jefe’ pasa por apostar por “una Iglesia constitutivamente sinodal” que se fundamenta en una “eclesiología de la comunión”, donde el pueblo no es un apósito del clérigo, sino el actor principal. “Su noción de pueblo está alejada de populismos o del concepto de lucha de clases propia de interpretaciones inmediatamente posconciliares”, asevera.
El pueblo, en el centro
Teología del pueblo. Conocida y reconocida por Carlos María Galli, que representa un pensamiento más que emergente del sur. “La reflexión teológica debe aprender de las expresiones de la piedad popular en cuanto son representaciones de la fe de la Iglesia, como una expresión inculturada de la fe en cuanto ella expresa el ‘sensus fidei fidelium’, como un lugar y un criterio para hacer teología católica”.
En el pleno convencimiento del ‘sensus fidei’ centra también su reflexión el cardenal arzobispo de Bolonia. “El pueblo entendido como sujeto del anuncio del Evangelio lleva a construir una teología con sensibilidad a la realidad que le rodea”. Y ahí entra la periferia del migrante, de la mujer violentada, del divorciado. “No se trata de construir una teología, sino de descubrirla desde la preocupación sinodal de lo que le sucede al Pueblo de Dios”, explica Matteo Zuppi sobre el punto de partida de la meditación eclesial bergogliana.
Doctrina Social de la Iglesia sin desenfoques
Y de la compasión a otro término prójimo que se abraza en este proyecto eclesial. Margarida Bofarull no tiene miedo alguno al sentenciar que “Francisco ha llevado la revolución de la misericordia a toda la Iglesia a través de una teología desde los pobres”. Una pastoral presta a “rehuir de condenas y pedir la muerte del pecador. Esta es la gran diferencia de nuestro mundo, si nos acercamos a él para tirar piedras, cuando debemos afanarnos en que todos puedan recuperar su vida”.
Teología de vida. De diálogo constante con la vida y encarnada en la historia, que diría y dice el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas. “Se trata de superar una cierta ‘cultura eclesial’ que conduce a una religión privada y aun pietista, y que en última instancia busca vivir un cristianismo sin Evangelio, que no conecte con la realidad. Su propuesta busca recuperar la primacía de lo verdaderamente cristiano, todo ‘vivir completamente humano’”, sentencia.
Más, en una sociedad globalizada. Ahí también se cuela la teología bergogliana como “cosmovisión llevada por la enseñanza social de la Iglesia, que se traduce en la globalización de la solidaridad”. Es la apreciación de Jean Mbarga. “No se trata de ayudar sin más, sino de reconocer y promover la dignidad de todos los miembros del Pueblo de Dios. Todos los pueblos cuentan y debe valorarse su identidad. Desde ahí se entiende el modelo del poliedro que unifica todas las especificidades”, sostiene el prelado africano.
El magisterio de Francisco
Este diálogo con el mundo se hace más sólido con otras Iglesias, así como con otras confesiones religiosas. Dan fe el obispo de Almería, Adolfo González Montes, y la profesora del Boston College Catherine Cornille. “La importancia del papa Francisco reside así en su testimonio profético de la importancia del diálogo mismo. El diálogo es para Francisco el medio para establecer la paz y, juntos, liberar al mundo de la pobreza, la codicia y el odio”, comenta Cornille.
Mauricio Gronchi matiza que “Bergoglio no ha sido un teólogo de profesión y que lo del Papa no es teología, sino magisterio. Otra cosa es reconocer en su enseñanza semillas teológicas que, recolectadas de la tradición, maduran para la Iglesia y el mundo de hoy”. Así lo expresa este profesor de Cristología en la Urbaniana, que, sin ignorar esas semillas, prefiere hablar de “las contribuciones del magisterio actual a la teología y a la pastoral”.
Cierre de Osoro. “La vuelta al evangelio ‘sin glosa’ no es exigencia del papa Francisco, sino del Señor mismo”. Sin achicarse: “Una Iglesia, Pueblo de Dios, corresponsable, ministerial, servidora de los pobres y que aliente el anhelo de paz y de justicia, necesita colocarse en la ‘parrilla de salida’ hacia las periferias. Pero, para no ‘salirse del carril’ precisa, por encima de todo, vivir algo a lo que nos vienen llamando todos los papas, porque no es una ‘manía’ de este o aquel papa: la centralidad teologal de Jesucristo y de su Evangelio”.
A la vista está: teología poliédrica. Que no se resuelve en tres días en Barelona. Más bien, está por ampliarse.