Lasaña, pollo a la crema de champiñones y patatas, un postre, fruta y café. Es el menú que han podido compartir el Papa Francisco y las 1.500 personas sin recursos a las que ha incitado a almorzar en el Aula Pablo VI con motivo de la III Jornada Mundial de los Pobres. Tras celebrar la eucaristía y el rezo del ángelus, el Papa se ha volcado en el encuentro con los últimos.
Si en la homilía de la misa, subrayó que los pobres “son los porteros del cielo”, en el ángelus confesó cómo ha podido analizar las estadísticas más recientes de la pobreza y la reacción que éstas le han provocado: “Me hace sufrir la indiferencia de la sociedad hacia los pobres. Recemos”.
“Agradezco a los médicos y enfermeros que han prestado servicio estos días en el Presidio Médico de la Plaza de San Pedro”, subrayó el Pontífice, que también quiso poner en valor “todas las iniciativas en favor de la gente que sufre, de los más necesitados. Esto debe dar testimonio de la asistencia a los hermanos y hermanas que no debe faltar nunca”.
Y es que, el pasado jueves, Francisco dio el pistoletazo de salida en el mismo Vaticano a un centro, instalado bajo la columnata de Bernini, que ya acoge día y noche a las personas que hasta ahora pernoctaban en los soportales de la plaza de San Pedro y de los alrededores. Es un paso más del Papa, que ya había ordenado instalar servicios de atención primaria: duchas, una barbería, una lavandería, centros sanitarios de primera asistencia, y puntos de reparto de mantas y comida.