Con el lema ‘La esperanza de los pobres nunca se frustrará’, este domingo 17 de noviembre se celebra la III Jornada Mundial de los Pobres, especialmente apreciada por el papa Francisco, y para la cual ha hecho público un mensaje de cuya parte final pueden extraerse cinco verbos con los que el Pontífice invita a los fieles a comprometerse para luchar contra una injusticia que, como apunta, “se ha repetido a lo largo de los siglos hasta nuestros días”.
El primer verbo para fundamentar este compromiso con los más necesitados que nos pide Bergoglio tiene que ver con un cambio interior. Pero ese compromiso, afirma, “no consiste solo en iniciativas de asistencia que, si bien son encomiables y necesarias, deben tender a incrementar en cada uno la plena atención que le es debida a cada persona que se encuentra en dificultad”.
Lo que el Papa busca es un cambio más profundo, y no exento de dificultades para quienes viven inmersos “en el contexto de una cultura consumista y de descarte, orientada a acrecentar el bienestar superficial y efímero”. Por ello, Francisco considera “necesario un cambio de mentalidad para redescubrir lo esencial y darle cuerpo y efectividad al anuncio del Reino de Dios”.
Para conseguir comunicar esperanza a los últimos de la sociedad, a los afectados por tantas formas de pobreza como también se enumeran en el mensaje, Francisco llama a los fieles a consolar, a practicar “la consolación”, que se realiza “acompañando a los pobres no por un momento, cargado de entusiasmo, sino con un compromiso que se prolonga en el tiempo”.
A los voluntarios que se comprometen en la lucha contra la pobreza, Francisco les anima también “a que crezcan en su dedicación” y les exhorta “a descubrir en cada pobre que encontráis lo que él realmente necesita; a no deteneros ante la primera necesidad material, sino a ir más allá para descubrir la bondad escondida en sus corazones, prestando atención a su cultura y a sus maneras de expresarse, y así poder entablar un verdadero diálogo fraterno”.
En ese trabajo para devolver la esperanza a quien la ha perdido o está en ese proceso, el Papa considera que, a veces, basta con “poco”. “Basta con detenerse, sonreír, escuchar. Por un día dejemos de lado las estadísticas; los pobres no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos. Los pobres son personas a las que hay que ir a encontrar: son jóvenes y ancianos solos a los que se puede invitar a entrar en casa para compartir una comida; hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa”. De esa manera, deteniéndonos, “los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo” en ellos, añade el Pontífice.
Francisco recuerda que la condición que Jesús pone a los discípulos para ser evangelizadores coherentes “es sembrar signos tangibles de esperanza”. Porque, como apunta en el texto, “la esperanza del pobre desafía las diversas situaciones de muerte, porque él se sabe amado particularmente por Dios, y así logra vencer el sufrimiento y la exclusión”.
Y esto es así, añade Bergoglio, porque “su condición de pobreza no le quita la dignidad que ha recibido del Creador; vive con la certeza de que Dios mismo se la restituirá plenamente, pues él no es indiferente a la suerte de sus hijos más débiles, al contrario”.