El Vaticano sigue adelante con la intervención de los Heraldos del Evangelio, la realidad eclesial nacida en Brasil que se encuentra desde el pasado 25 de septiembre bajo la autoridad del cardenal Raymundo Damasceno, arzobispo emérito de Aparecida, nombrado comisario pontificio por el papa Francisco.
Aprobados por la Santa Sede en 2001 como asociación internacional de fieles de derecho pontificio, los Heraldos esgrimieron el mes pasado su condición de entidad de carácter privado para no reconocer a Damasceno, pues el decreto vaticano hablaba erróneamente de asociación pública de fieles. Por ello recordaban que, en todo caso, le hubiera correspondido intervenirles al dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y no a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA).
Según ha podido saber Vida Nueva, responsables de estos dos ‘ministerios’ de la Santa Sede mantuvieron un reciente encuentro en Roma junto a sus homólogos de la Congregación de la Doctrina de la Fe (CDF) para analizar la respuesta de los Heraldos y seguir adelante con la intervención. Ésta estaba motivada por los supuestos delitos, pecados e irregularidades en que habrían incurrido y que habrían sido descubiertos durante la visita apostólica, iniciada en junio de 2017.
Entre ellos destacan posibles casos de abusos sexuales a menores, alienación parental, abusos de conciencia y de poder, práctica de exorcismos irregulares, culto fanático al fundador y recogida de donativos sin autorización del obispo diocesano. Los Heraldos niegan de forma tajante todas estas acusaciones, que salpicarían directamente al fundador, monseñor João Scognamiglio Clá Dias, al que investiga la CDF, como adelantó esta revista.
Después de la reunión entre los tres organismos de la Curia romana implicados, la Santa Sede ha enviado una carta al cardenal Damasceno y al presidente de esta realidad eclesial, Felipe Eugenio Lecaros Concha, en la que se reafirma que la intervención sigue adelante y se subraya que la CIVCSVA tiene la competencia de este caso, pues el dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida ratifica la delegación que ya hizo con anterioridad.
Este nuevo documento vaticano corrige el error anterior al hablar ya de asociación privada de fieles y recuerda finalmente que el nombramiento del cardenal Damasceno como comisario pontificio fue aprobado directamente por el Papa.
A los Heraldos del Evangelio, que cuentan con dos sociedades de vida apostólica, la masculina Virgo Flos Carmeli y la femenina Regina Virginum, les quedan dos caminos ante la nueva ficha movida por Roma. Si aceptan la intervención, les tocará ceder en su totalidad las riendas al cardenal Damasceno y a sus asistentes, monseñor José Aparecido Gonçalves, obispo auxiliar de Brasilia, y sor Marian Ambrosio, superiora general de las Hermanas de la Divina Providencia. Los tres liderarán un difícil camino de renovación que, presumiblemente, llevará a la reforma de las constituciones, el nombramiento de nuevos superiores y la puesta en marcha de posibles procesos individuales a algunos de sus miembros.
En caso de que mantuvieran su enroque, lo que supondría un desafío directo a la autoridad del Papa, en Roma no se descarta una supresión de los Heraldos o que se produzca una división interna que lleve a la salida de una parte de sus miembros. Entretanto, en Brasil continúa la investigación de la Justicia civil a esta realidad eclesial a la que se rechaza ya abiertamente en parte de la Iglesia local.
Monseñor Irineu Andreassa, obispo de la diócesis de Ituiutaba, situada al sureste de esta nación latinoamericana, publicó un comunicado el mes pasado en el que asegura que “no está de acuerdo” con la presencia de los Heraldos en este territorio eclesial ni tienen permiso para realizar “ninguna actividad religiosa”. “No aprobamos ni recomendamos la adhesión de los fieles católicos a sus solicitudes”, comentó Mons. Andreassa. Otras diócesis brasileñas como São Mateus y Capixaba se habrían manifestado en el mismo sentido.